Lo que muchas veces nos parecen curiosidades, extrañas costumbres, no son más que el lenguaje de la tribu, las viejas formas de vida heredadas sin saber cómo. O sabiéndolo, que los científicos conocen otros mundos que a nosotros se nos esconden en los márgenes de nuestros saberes.
Los rebaños de ovejas son todo un mundo, una sucesión de ritos y costumbres. Un enorme libro escrito en su ADN. Tal vez por ello lo que sí se sabe cómo fundamental para la supervivencia de los recién nacidos es la alimentación con el calostro de las madres, en él viaja la vida, y si la madre muere o enferma el buen pastor ya sabe que se convierte en una urgencia encontrar una nodriza que la sustituya, que le trasmita la vida al frágil cordero. Tan frágil como lo ves.
Y después del calostro, la sal. Y al rebaño.
Ya en el grupo, el rebaño o la tribu, no será extraño que te encuentres con una estampa como esta de la foto, con sus cabezas metidas unas por las otras, con unas pocas que miran vigilando para volver a componer una especie de alfombra de lana. Lo más fácil es que hayan intuido algún peligro, que alguien las acecha con malas intenciones, y sabedoras de sus escasas armas de defensa se concentran para llevar al mínimo las posibilidades del enemigo que meterse en el corazón de su escudo, componiendo en sus movimientos curiosas figuras geométricas.
El indescifrable lenguaje de la sangre.
Lo más leído