04/01/2021
 Actualizado a 04/01/2021
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Lo de empezar el año de rave va camino de convertirse en una tradición española más porque cada enero salta la noticia en alguna provincia. Este año tocó en Cataluña, aunque la superaron los vecinos franceses con otra que casi la triplicaba en asistencia. También la hubo en Zamora en verano y se seguirán organizando (me cuesta utilizar el verbo celebrar), aunque no llenen tantos minutos de telediarios y tertulias, ni sirvan como arma política, pese a que cuesta encontrar algo que no le sirva a los partidos para arrojárselo a los otros.

Arrancando la tercera ola de esta pandemia resulta sangrante que se junten 400 personas para pasarlo bien, mientras tanta gente se comporta mayormente de forma responsable. Bueno, llama la atención que sean 400 personas y durante tanto tiempo, casi 50 horas, porque también ha habido desalojos en centros comerciales, aunque allí no habían plantado a la puerta dos buenas peñas para impedir el acceso de la policía.

Por fortuna, los disturbios aquellos del otoño tampoco fueron a más y, toque de queda mediante, la estampa de la Nacional arreando a los más remolones para sus casas por la Calle Ancha ha quedado en una anécdota, diaria, pero anécdota. Una metáfora del pueblo leonés arreado por el pastor, pasando bajo la pancarta de ‘la magia’ porque esa realidad que siempre supera a la ficción ha fundido las luces de ‘León vive’ para dejarnos a los columnistas sin el chiste de cada festival. Una secuencia similar se daba a las cuatro y media de la madrugada de aquellos fines de semana pre coronavirus con cientos de leoneses camino de casa o del after, para los que todavía habrá que esperar. Mientras repaso todo esto no puedo dejar de imaginar cómo podría haber resultado esa rave de Año Nuevo en algún pueblo como Tejerina, por decir alguno. A buen seguro no les hubieran hecho falta esas peñas para bloquear la entrada y fijo que la salida también hubiera sido bien diferente. Un poco menos caliente.
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