17/08/2022
 Actualizado a 17/08/2022
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El estipendio, la propina, es tan antigua como el mundo. Del latín ‘pro-pinare’ (para empinar) el porrón o la bota. En francés, lo mismo ‘pour-boire’ (para beber).

Algo entiendo porque de niño, ejercía de ‘rider’ o ‘raider’, como se dice ahora. Recadero o repartidor, en suma. Con mi bici recorría todo León en un plis plas para distribuir los productos de la tienda familiar.

Con los réditos de las propinas solía pasar las tardes en el cine de sesión continua. Veía la primera película, la segunda y otra vez la primera. ¡Cómo se pierden las buenas costumbres y hasta los cines lo están pasando mal!

En casa, mi madre me daba la propina de domingo en domingo; así aprendí a sumar, restar, dividir... para calcular mi presupuesto. Y mi abuela, rebuscando entre el sostén, me daba unas monedas calentinas. Eran propinas gratificantes y agradecidas.

Ya de joven, dejé el oficio por los estudios y dedicaba las vacaciones a viajar. Eran los años 70 y, al cruzar las fronteras europeas, el aire era más limpio, más diáfano, respecto al de la España de entonces, empañada por la dictadura. El caso es que desde hace un tiempo se respira el mismo tufo pestilente de aquellos años de oprobio en nuestra España actual.

Hablando de dictaduras, las fórmulas son diversas –no es oro todo lo que reluce– pero todas coinciden en hacerse con los medios de comunicación; acabar con la división de poderes; gobernar a base de decretos; una ambición sin límites... y ganarse el afecto de las masas. En la práctica, convertir las cámaras en un decorado inservible; indultar a delincuentes porque sí; socavar las instituciones; atentar contra la integridad del territorio; pactar con la escoria y sembrar de miseria el país.

Totalitario fue confinar a todo el Estado de forma ilegal, de desastrosas consecuencias para la salud de las personas y de las empresas. Proverbial es su política de regalías con el fin de engatusar a la gente para ganar adhesiones y comprar votos. Pero los 400 euros –los cuatrocientos golpes de Trufaut– no harán de los jóvenes personas cultas y cívicas. Ni el propio Sánchez lo consiguió.

En la era espacia, nos llevan a un viaje que nos retrotrae a lo peor de lo pasado. Como un señor feudal, nos acribilla a impuestos y, desde su trono, arroja calderilla a la gente desesperada. Una propina humillante para ver cómo nos arrastramos por el lodo. ¿Habrá que agradecer lo que nos pertenece? De eso se trata.
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