maximob.jpg

La procesión va por dentro

31/03/2020
 Actualizado a 31/03/2020
Guardar
Hablar de Semana Santa significa para muchos simplemente hablar de vacaciones, como ocurre con la Navidad. Para otros, se supone que más religiosos, les evoca las procesiones, ya sea como miembros activos de las respectivas cofradías o sencillamente como espectadores, ya sea desde la fe o simplemente como turistas. Para los cristianos más maduros cobran mucha más importancia las celebraciones litúrgicas: eucaristías y oficios de la pasión.

Esta semana santa no habrá procesiones. Es una pena si miramos la ilusión con la que las preparan las diferentes cofradías o el interés con que asisten millones de personas a contemplarlas, pero tampoco hay que dramatizar. Por desgracia una gran mayoría de los que asisten activa o pasivamente a las procesiones no participan en los actos litúrgicos. Pero este año ni siquiera se podrá ir a la Iglesia. Mas no por ello es menos interesante la Semana Santa. En tiempos normales, sin estado de alarma, llama la atención el contraste entre la masiva afluencia de gente el domingo de Ramos y la sorprendente ausencia durante los oficios del Jueves y Viernes Santo. Y, por supuesto, tampoco tiene mucho sentido participar en todo menos en la celebración de la resurrección, quedándose en el domingo de Ramos o a lo sumo en el Viernes Santo.

Lo cierto es que este año, por las circunstancias de todos sabidas, todo apunta a que nada de lo que precede va a ser posible. Y, sin embargo, puede ser una de las semanas santas más auténticas de nuestra vida, en las que vamos a estar más unidos al Cristo sufriente, a llevar la cruz, o a hacer de cirineos, a completar en nuestra propia carne, como decía San Pablo, lo que falta a la pasión de Cristo. Si, cuando vamos a la Iglesia o a una procesión buscamos solamente nuestro bienestar personal y olvidamos a tantos cristos sufrientes como hay en el mundo, si no estamos dispuestos a llevar con amor la cruz de cada día, todo ello podría quedar reducido a una evasión del auténtico viacrucis. Y si, cuando finalice la semana santa, se alivia este sufrimiento que invade a la humanidad, desde lo hondo de nuestro corazón bien puede salir un profundo y sentido «felices pascuas».

Últimamente he asistido a varios entierros, directamente en el cementerio, con media docena de participantes a lo sumo. Los difuntos no han podido agonizar en compañía de sus seres queridos. Resulta realmente desolador. ¿Acaso no se parece esto mucho más a lo que ocurrió en el monte Calvario que lo que se celebra de una manera más solemne e incluso multitudinaria?
Lo más leído