La perversión del lenguaje

21/05/2020
 Actualizado a 21/05/2020
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Ya sé que lo primero que se nos viene a la cabeza –y más estando metidos en este túnel sin luz clara al final del negro– es aquello de que aparecen los «brotes verdes». Pero me niego a otra expresión más de ese barbecho del lenguaje en el que se ha convertido ese lugar que insisten en llamar «el templo de la palabra».

¿Qué templo? ¿De qué palabra?

No es mal día para reflexionar sobre ello. Si estás muy desesperado en tu desazón repasa todas, todas y cada una, las palabras ayer pronunciadas por aquellos que tienen en sus manos nuestra vida –en este caso no es una exageración, es la dura realidad– y échate a temblar. No te queda otra.

Tienen a su vera a inventores de tontunas, pan para titulares, y no hay nada más debajo, el vacío: Brotes verdes, la niña de Mariano, el primo, crecimiento negativo, viva el vino, descamisados, cayetanos, el cielo por asalto, relaxing cup, los miembros y las miembras...

Dicen en mi pueblo, ¿con estos bueyes tenemos que arar?

Y pensar que en la vieja cantina, en una noche de nieve propicia para el filandón, podías escuchar a paisanos que hicieron el máster con el rebaño de las ovejas hablar de los falampos, la cellisca, la bisbera o el arrebol mientras repartían las cartas del tute con algún sabio consejo.

¿Y si mataron al lenguaje en el templo de la palabra? Que los detengan.
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