Desde luego, 'El patio', realizada en régimen de coproducción por Teatro Corsario y Producciones Clandestinas (o sea, Antonio Resines) y programada para este martes en el vestíbulo de la Facultad de Filosofía y Letras de León (20:30 horas; entrada libre hasta completar aforo), tiene mucha afinidad con aquel teatro de compromiso que dio contenido a la escena nacional que se revolvía y desperezaba durante el tardofranquismo y la transición y del que se hizo eco en sus inicios la compañía de Fernando Urdiales. "El submundo de las causas perdidas». Así define Javier Semprún esta obra de Scimone, protagonizada por tres vagabundos, «tres personas que han sido abandonadas por la sociedad" que viven entre la basura y la porquería en un lugar indeterminado. "Confinados al pie de una montaña de inmundicia, en un escenario negro y siniestro, en medio de la más absoluta desesperación, mantienen una chispa de vida, una inconmensurable ansia de libertad y una esperanza insaciable", comenta Semprún a propósito de un texto que le sedujo inmediatamente y al que ha dotado de una puesta en escena que se desenvuelve en un mundo de condición expresionista tan caro para él y en la que se manifiestan influencias como La Zaranda, grupo de culto con el que el director y actor vallisoletano ha colaborado. "Es un montaje que parece pesimista pero dispone de un trasfondo optimista. Son tres personajes unidos por sus miserias, tres soledades que pretenden construir juntos una apariencia de vida digna". La iluminación de Iñaki Zaldúa, el vestuario de María José Pelayo, la música de Juan Carlos Martín y la escenografía de Cristina Urdiales contribuyen a la caracterización de una pieza repleta de detalles y matices en su misión de seguir a los protagonistas."Es tan poco lo que pueden ofrecerse unos a otros que la crueldad y la ternura, la burla y el respeto, forman parte del juego de los amores difíciles. Junto a la rabia y la violencia, la dignidad de la pena y la carcajada. A la sombra de este patio deslocalizado, la mala sombra del simulacro y la impostura". Desde luego, se trata de una propuesta que mueve a la reflexión en el espectador, algo consustancial al propio proceso teatral, y donde también se impone la presencia de un tipo de humor negro que la significa. "Resulta imprescindible".
Un animal de escenario
Reconoce Semprún que hubiera preferido ejercer solo como actor o como director, ya que le resulta muy complicado compatibilizar las dos tareas. "Si no queda más remedio, pues hay que hacerlo.Me encanta interpretar y he tenido que dirigir porque no quedaba otra", recalca. Para solventar las dificultades que le ocasionaba esta ambivalencia creativa, acudió a sus dos compañeros para reforzar un trabajo de enorme exigencia. "Nuestra mirada, la de los tres, ha sido fundamental para concretar el montaje". 'El patio' ha permitido a JavierSemprún volver a ejercer como director, oficio que en Corsario ya había formalizado en 'El cuervo', un espectáculo unipersonal que también interpretaba y que se erigía como versión de la célebre obra homónima de Poe.
Javier Semprún es un apasionado del teatro, a pesar de las muchas dificultades que lo rodean y lo embarazan, y resultaría imposible imaginarlo lejos de él. Es uno de esos animales de escenario imperturbable frente a cualquier amenaza de desaliento. "Claro que compensa hacer teatro. Lo que no compensaría sería retirarse y abandonar. Hay que resistir como sea…", concluye.