La 'noche del turbión' que se llevó a Tío Quico

Las tremendas inundaciones de esta semana han revivido en el Valle de Valdeón la terrible noche del 19 de diciembre de 1980 cuando sufrieron la riada que la prensa nacional llamó ‘el turbión’ y que se cobró una víctima, Francisco Guerra, de 55 años

Fulgencio Fernández
15/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Las miradas han estado puestas a lo largo de toda la semana en los telediarios y en las imágenes de los tremendos destrozos que han causado las riadas en el sur de España. Pero en una comarca muy del norte, en el Valle de Valdeón, cuando los más viejos del lugar contemplaban el desastre surgía una conversación cargada de recuerdos de una noche para el olvido, pero que no olvidan: la del 19 de diciembre de 1980.

Una noche terrible incluso para aquellas gentes acostumbradas a las tragedias de la montaña y a la incomunicación por las nevadas. Un histórico de la Montaña, Alfonso Gao, lo explicaba en la prensa de la época: «La montaña la entiendes, la nieve la combates, pero el agua es otra cosa, es muy traicionera. Había momentos que parecía un terremoto porque veías cómo se movía el suelo con los golpes del agua».

Cada cual soportó aquella noche como pudo. «Empezamos a ver que el río bajaba más por las vegas que por el cauce y no paraba y llegaron las preocupaciones. Aquí en Caín nos enriscamos por encima del agua, que a eso estamos bastante acostumbrados», decían ‘los cainejos’; Pedro Vallinas quedó atrapado en el interior de un Land Rover, con sus hijos, que habían venido a pasar el puente; Santos González, de Caldevilla, recuerda que «las calles eran un verdadero pedregal, había levantado aceras, había piezas de algunos tractores por la calle, en las praderas cercanas aparecieron las piedras que había arrastrado, que pesarían bastantes toneladas»...

Pero iba pasando «el turbión», podría llegar la calma tras la tormenta, cuando la Guardia Civil tuvo que dar cuenta del hecho más trágico: «Ha aparecido, pero muerto, un vecino de Soto al que se buscaba, se trataba de Francisco Guerra, de 55 años, viudo, con dos hijos que se hallaban en la capital. Habían arrastrado las aguas a quien todos llamaban Tío Quico».
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