17/11/2019
 Actualizado a 17/11/2019
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España es un gran país de 47 millones de habitantes. Un estado antiguo, la patria de un idioma extraordinario. Es un solar cargado de historia, es la tierra de Miguel de Cervantes y de tantos otros hombres y mujeres geniales. España es variedad geográfica, es un montón de ciudades bellísimas, grandes y pequeñas, es la tierra de dos urbes de dimensión universal; es un lugar donde la gente sabe convivir, sabe acoger, sabe sonreír y conoce las luces de la solidaridad. España tiene uno de los mejores sistemas públicos de salud de todo el mundo, y está organizada de un modo muy descentralizado, para que sus diecisiete comunidades autónomas puedan defender mejor los intereses de sus ciudadanos. Sin olvidar que formamos parte de una patria común, que la Constitución de 1978 hizo democrática, social y tierra de libertad. España es un país moderno, que dispone de espléndidas infraestructuras, de muchas líneas de tren de alta velocidad, y de un sinfín de espacios públicos y privados para la cultura. Teatros, museos, auditorios…

Cataluña es una región muy ilustre, que habla un idioma rico y propio además del castellano. Una comunidad que ha sido faro para toda España hasta que en las últimas décadas, pervertida por un neocarlismo decimonónico y obtuso, ha dejado de ser referencia y modelo, para convertirse en un lugar de sectarismo y algaradas. Ese es el fruto de un nacionalismo mendaz y supremacista que ha logrado romper la convivencia y crear la insidia.

Un nacionalismo que no va a conseguir nada más que esa triste cosecha. Porque Cataluña no va a lograr su independencia ni ahora ni dentro de muchos años. Porque es un disparate jurídico, social y político, porque no cuenta con la mayoría imprescindible y porque ese empeño está dirigido por psicópatas y por estafadores políticos que llevan cuarenta años intoxicando a sus ciudadanos, desde los colegios, desde los chantajes y desde la manipulación.

No habrá independencia de Cataluña, es una pura quimera. Por eso, ¡qué disparate es todo lo que lleva sucediendo en aquella región en estas últimas décadas…! ¡Qué modo de malgastar recursos, qué modo de crear el odio y el vacío al mismo tiempo! Cuántas energías dilapidadas para cimentar tan sonoro fracaso. Cuánta violencia, cuántos sinsabores, cuánta estupidez. Algún día, se supone, todo esto pasará, aunque sigan a lo suyo los recalcitrantes y los enfermos de odio. Los irrecuperables para la verdad y la armonía. Para el cumplimiento de la ley.
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