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La ley del embudo

19/03/2021
 Actualizado a 19/03/2021
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El término tránsfuga está de moda. Ha vuelto por sus fueros. Desde aquel famoso ‘tamayazo’ en la Comunidad de Madrid, allá por junio de 2003, llegó para quedarse. Y para adaptarlo cuando convenga y a quien convenga. Tránsfuga lo define perfectamente el diccionario de la RAE en su primera acepción –refiere dos más– y, dadas las circunstancias actuales de la política nacional, podría aplicarse en otros varios supuestos.

Según los socialistas, Murcia, a día de hoy, es un hervidero de tránsfugas. Querían derribar al Gobierno del PP con la anuencia de Ciudadanos –o viceversa, que es lo mismo– y la jugada les ha salido rana. Inútil. Y ello, naturalmente, por culpa de unos ‘desertores’ del partido naranja, quienes se desmarcaron de la moción de censura que habían firmado junto al PSOE. Todo el mundo conoce el asunto. Y los tejemanejes inherentes a una situación de este calado.

Pues bien, si tránsfuga es una «persona que pasa de una ideología o colectividad a otra», el término –con las debidas licencias al caso– podría habérsele aplicado al presidente Sánchez cuando faltó a la verdad y arrampló miles de votos para alcanzar el poder. ¿Y qué dijo por aquella el hoy inquilino de La Moncloa? Eran los últimos días de septiembre de 2019 cuando señaló que «no dormiría tranquilo, como el 95% de los españoles, si Podemos estuviera en el Gobierno». Las elecciones fueron el 10 de noviembre siguiente. Dos días después, el martes 12, se abrazó con Iglesias y pactó. Había mentido. Fue ‘tránsfuga’ de sus propias palabras. Las negó y se arrimó al sol que más le calentaba. ¿Cambió, con eso, la voluntad de muchos? Es posible. ¿Si lo hubiera anunciado antes de los comicios habría cosechado el mismo resultado en las urnas? Intuía que no y había que tergiversar la realidad.

Dijo, también, por aquella, que nunca, jamás de los jamases, se ‘arreglaría’ con los independentistas catalanes –ERC y compañía– y mucho menos con Bildu. Y lo afirmó de plató en plató sin que le diera la tos. Ni un carraspeo. Con una resolución pasmosa. ¿Qué ocurrió más tarde?, que se pasó por la bragadura sus afirmaciones, en un más que descarado ejercicio de manipulación. Eso, de igual forma, es ‘transfuguismo’ en estado puro: estar a un lado delimitado y vocearlo, y consentir el contrario a la chita callando y sin remordimientos. Lo que vale para unos, no para otros. La ley del embudo.

De modo, que ya está bien de tanto rasgarse las vestiduras y de escandalizarse. De ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, que es una golfería farisaica sin ambages. De llamar ultras a unos y democráticos a los demás. Aquí cada cual busca lo suyo y se terminó la historia. Lo mismo que hizo Sánchez cuando le convino.
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