La leonesa que lucha por dar a los refugiados una vida mejor

Isabel Fernández es voluntaria en el campo griego de Nea Kavala

Cristina Centeno
10/01/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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No puede solucionar el problema. Ni parar una guerra que no cesa, ni abrir las fronteras de Europa e integrar a los miles de refugiados sirios que estos días viven bajo cero en campos de Grecia y Turquía tras huir del terror. Pero Isabel Fernández, una leonesa de 23 años que finalizó el pasado curso Sociología y Ciencias Políticas, contribuye a mejorar la vida de estas personas desde que el pasado mes de julio emprendiera rumbo a Grecia para trabajar como voluntaria independiente.

Acabó sus estudios y viajó al país heleno junto a tres compañeras para buscar cómo colaborar, en un principio, sólo durante el verano. Allí ayudaron en varios campos para preparar diferentes servicios a los refugiados que llegaban a Grecia hasta que conocieron elproyecto ‘We are here!’que se desarrolla en Nea Kavala, un campo en el que, cuando ella llegó, residían 4.000 personas en tiendas de campaña.

Este mismo sábado vuelve a volar allí después de pasar la Navidad con su familia en León, sin fecha de regreso por el momento. En el campo participa en un centro comunitario que trata de ofrecer educación a los niños y cualquier tipo de distracción a los adultos, para que logren desconectar del drama en el que viven a través de diferentes actividades como clases de inglés, teatro, música, fotografía o deporte. Reconoce que la impresión al llegar es de "frustración". "Por mucho que vayas con ilusión te das un golpetazo en la cara", reconoce, aunque "poquito a poquito vas viendo que las cosas que haces ayudan" ya que, gracias al proyecto, los niños vuelven a clase después de meses –años en algunos casos– o que a través de la actividad física los adultos pueden ‘olvidarse’ de su situación durante un rato.

Viajó a Grecia en julio y poco después se involucró con el proyecto ‘We are here!’, que ofrece educación y otras actividades a los refugiadosEn Nea Kavala vivían 4.000 personas cuando Isabel llegó, ahora son 700, la mitad de ellos niños. La bajada en el número de refugiados responde a la estrategia griega de habilitar más campos pero más pequeños. Allí han habilitado dos edificios, una pequeña escuela y un espacio para mujeres y ambos desarrollan actividades durante todo el día. Ver su situación "no es bonito" y el día a día crea unos vínculos difíciles de romper para los que, como Isabel, van a ayudar. "Es muy difícil cuando estas allí viendo esa realidad volver a esta realidad y seguir con tu rutina", confiesa, ya que "también a nivel emocional conectas muchísimo".

La mayoría de los ‘vecinos’ de este campo son familias –muchas de ellas con el padre trabajando en Alemania y que han quedado "atascados" en Grecia– o jóvenes que buscaron llegar a Europa para traer después a su familia y que no lo han logrado con un punto en común: viajaron con mafias y sufrieron un verdadero calvario que aún no se ha acabado. Isabel recuerda la historia de una madre (de 56 años), sus cuatro hijas y dos nietos, "las peripecias que han pasado para llegar a Grecia no se ven ni en las peores películas de terror", lamenta, recordando que la mafia que las sacó de Siria las secuestró para pedir más dinero.

La solución para todos ellos sería "que se acabe la guerra en Siria", porque reconoce que muchos lo que quieren es "volver a casa", pero lo ve "complicado". También ve difícil que "se abran las fronteras y se intente integrarles en Europa", por lo que pide pequeñas cosas a corto plazo para mejorar su vida, como que se les instale en edificios para sobrevivir al invierno. Ayudar a que la vida de todas estas personas sea mejor es la meta de esta leonesa.

Isabel Fernández y sus compañeras cuentan su día a día en este blog
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