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La furgoneta de Simón

14/11/2019
 Actualizado a 14/11/2019
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El pasado domingo se celebró un evento que tenía por objetivo ofrecer alguna que otra solución a la España vaciada. No, evidentemente no me refiero a las elecciones generales. El Musac acogió un ‘Hackaton’ en el que informáticos de todo el país desarrollaron diferentes aplicaciones para utilizar en el medio rural de provincias como León.

Disipando como puedo el denso humo que flota en el ambiente, les cuento que la ganadora fue una ‘app’ para poner en contacto a los vendedores ambulantes con los vecinos de los pueblos por los que hacen su ruta habitual. A través de su móvil, y siempre que se produzca el milagro de que pille cobertura, la señora Mari de Posada de Valdeón podrá consultar el catálogo de hogazas de su panadero para pedirle una poco tostada para el día siguiente. Además, la aplicación permite geolocalizar al viajante y recibir notificaciones cuando esté cerca.

Esto es lo que más me preocupa. Aunque en un primer momento fue lo que me ilusionó de esta ‘app’, reconozco que ya empiezo a echar de menos la atronadora música de la furgoneta de Simón, el pescadero de San Pedro, anunciando su llegada. Él y su discografía completa de ‘Camela’ llevan despertando las resacas veraniegas de los mozos y mozas de los valles del Cea y del Valderaduey en el último cuarto de siglo. Ellos, como yo, dejarán de bajar esas mañanas a toda la corte celestial a suelo leonés pero, algún día, terminarán por echarlo de menos.

La mente humana siempre tiende a idealizar el pasado. Nos pasó con esa expareja que de repente dejó de ser tan gilipollas, con ese delantero de la ‘Cultu’ que un día ya no era tan fallón y cuando dejaron de poner ‘Los Simpson’ en Antena 3. También ahora que las repeticiones electorales han hecho buenos... ¡hasta a Rajoy y a Zapatero!

La bocina de esas furgonetas llegando a los pueblos pasarán a mejor vida como aquellas, entonces molestas, boñigas que pisabas cuando todavía quedaban vacas o aquellas impertinentes urnas de santos que iban de casa en casa. Los recuerdos tienen ese defecto: siempre son pasado. Que la tecnología y la despoblación se peguen por quién me dará la razón en esto.
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