A lo largo de nuestra vida, conoceremos muchas personas y muchos lugares, pero pocos serán los que alimenten nuestros recuerdos. El de esta fotografía es Puentedeume y, al igual que Hermie jamás olvidaría aquel verano ni aquella casa de la playa, este lugar estará siempre en mi corazón.
La fotografía y el cine (IV)
CONTRAPORTADA | Por Belén Sánchez
29/07/2021
Actualizado a
09/09/2021
«Cuando yo tenía 15 años y vine con mi familia a esta isla a pasar el verano, no había ni tantas casas ni tanta gente como ahora. Entonces se podía apreciar mejor la geografía y la belleza del mar. (…) Y luego estaba la casa de la playa. Aquella casa de allá arriba, era la casa de ella. Y nunca, desde el primer día en que la vi, me ha ocurrido nada igual». Así comenzaría a narrar esta historia, en clave autobiográfica, la voz en off de un adulto Hermie, el protagonista de la película que dirigiría Robert Mulligan en 1971, Verano del 42. Una película que nos habla no solo del final de la niñez, con la consiguiente pérdida de inocencia, sino del paso del tiempo, de lo que dejamos atrás, de lo que perdemos cuando ganamos otras experiencias, y de la pureza del primer amor. La escena final, mágica y delicada, no necesita palabras para conmovernos; suena The summer knows, tema compuesto por Michel Legrand, que obtendría el Óscar a la mejor banda sonora original. La atmósfera evocadora que envuelve toda la película, correría a cargo del fotógrafo Robert Surtees.
A lo largo de nuestra vida, conoceremos muchas personas y muchos lugares, pero pocos serán los que alimenten nuestros recuerdos. El de esta fotografía es Puentedeume y, al igual que Hermie jamás olvidaría aquel verano ni aquella casa de la playa, este lugar estará siempre en mi corazón.
A lo largo de nuestra vida, conoceremos muchas personas y muchos lugares, pero pocos serán los que alimenten nuestros recuerdos. El de esta fotografía es Puentedeume y, al igual que Hermie jamás olvidaría aquel verano ni aquella casa de la playa, este lugar estará siempre en mi corazón.
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