La escultura de calle o La Vieja Negrilla

Por Javier Carrasco

01/04/2020
 Actualizado a 01/04/2020
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La escultura de La Vieja Negrilla instalada en la Plaza de Santo Domingo, frente a la librería Pastor, como una criatura de otro mundo caída del cielo o salida de alguno de los libros de ficción de la librería, se inscribe en la corriente de las esculturas al aire libre que intenta romper con la imagen tradicional de los espacios museísticos a la que se asocia normalmente esa manifestación artística, al tiempo que pretende superar el motivo de la escultura clásica conmemorativa. Obra en bronce de Amancio González, de considerables dimensiones con casi tres metros de largo, metro y medio de altura y dos metros de ancho, representa a un hombre joven desnudo, con un rostro de rasgos clásicos que expresan una profunda tristeza, tendido en el suelo, que hace un esfuerzo por incorporarse. Intento que parece condenado a fracasar. El brazo derecho se apoya sobre la pierna derecha y el izquierdo descansa en el suelo con la mano vuelta hacia el cielo. Según el autor, la figura simboliza a un olmo centenario, o negrilla como se le conoce en León, que crecía en la localidad de Villahibiera de Rueda, donde nació Amancio González, y en el que los niños jugaban subiéndose a sus ramas, trepando a través del hueco que se abría en su tronco. La grafiosis acabó con el árbol como con tantos otros en la provincia (el negrillón de Boñar corrió la misma suerte) y el escultor quiso representar la lucha de la vieja negrilla de su pueblo por sobrevivir.

Para el autor, el brazo tendido en el suelo, con la mano abierta al cielo, equivale a los últimos brotes, mientras que la otra que señala a la tierra simbolizaría las raíces. La escultura debía formar parte de un Parque Escultórico en la localidad de Trobajo del Cerecedo, que al no realizarse, motivó que se la destinara a la Plaza de Santo Domingo en 1997. Mirando entonces en dirección a la calle Independencia, la pieza estaba realizada en fundición de cemento tintado, hasta que la suerte quiso que se estrellara contra ella una furgoneta en 2007. En 2009 una nueva escultura en bronce, réplica casi exacta, ocupaba el lugar de la anterior pero esta vez mirando hacia Gran Vía de San Marcos.

A pesar de que el aspecto del personaje, la actitud que muestra –quien ignorase lo que el escultor quiso representar podría creer que se trata de alguien pidiendo limosna– llevaría a adoptar una actitud de recelo, la escultura se ha integrado perfectamente en el paisaje urbano y muchos turistas se fotografían subidos al brazo que descansa en el suelo, en un gesto que se ha puesto de moda y al que sería difícil encontrar un sentido. Cruzando la Plaza, en la entrada del Museo de León, otra escultura del mismo autor, esta en madera de roble, titulada La Profunda, del año 2000, es la otra cara de la moneda: una muestra de escultura ‘oficial’, a salvo de accidentes imprevistos y de las inclemencias del tiempo.
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