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La clave está en Liliana

20/11/2019
 Actualizado a 20/11/2019
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Nunca olvidaré las primeras lecturas de mi infancia. Recuerdo que aprendí a leer sobre las piernas de mi padre, en el sillón donde se sentaba a leer, después del trabajo, la prensa vespertina. Entre sus periódicos favoritos estaban el ABC, Informaciones, El dinamitado diario Madrid, el Reader Digest y… La Codorniz: «La revista más audaz, para el lector más inteligente». Primero con los titulares y luego con la letra menuda, acabé sabiendo leer cosas incomprensibles para mí. Casi tanto como lo que estos días cuentan los periódicos de los políticos...

Luego vinieron los libros, en la librería de doña Angelita y don José, de los que hablaré otro día. Cuando entraba como un vándalo, doña Angelita me decía que saliera, entrara civilizadamente y diera los buenos días. Los primeros libros fueron el Viaje a la Luna, Los Tigres de Mompracén y biografías de personajes ilustres. No era el ‘Viris Illustribus’ de Suetonio, pero sí de los grandes científicos, aventureros y conquistadores. Impresionante la historia de Hernán Cortés y ‘Los doce de la fama’. Cuesta trabajo creer que, un país, con unos antepasados como Jorge Manrique, Santa Teresa, Fray Luis, el Manco de Lepanto… Blas de Otero, Hernández, Baroja, Leopoldo o Benito y toda una pléyade de artistas e intelectuales, se haya convertido en lo que hoy somos. Frente a los nobles ideales, sentimientos y esfuerzo no gratificado, nos llenamos la cabeza con bobadas y cosas superfluas que no nos hacen ni más felices, ni más inteligentes. En cuanto a los ídolos de hoy en día, prefiero no opinar. Los buenos modales, la buena conducta y la cultura recibida, son denostadas y prescindibles para triunfar en la vida. Así se lo hemos transmitido a los hijos.

La realidad es que el país está lleno de seres inicuos y de cretinos. Los primeros, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que hacen gala de su falta de principios y ansias de poder. Los otros, los cretinos e incautos, nosotros, los que nos hemos dejado engañar tantas veces como San Pedro negó a Cristo. Pero no nos quejemos. Tiempo habrá para ello. Estamos hechos los unos para los otros. El verdugo pide su víctima y viceversa. Ambos nos necesitamos.

Liliana Cavani lo expresó como nadie, con toda su crudeza, en ‘El Portero de Noche’. Una película que te daría la clave sobre el sentido del «Amor y la Muerte». Y no verás en televisión.
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