06/11/2015
 Actualizado a 13/09/2019
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Nunca me terminó de convencer aquello de que una buena defensa es el mejor ataque, pero después del partido en Palamós, no queda otra que subirse al carro.

Ante el Llagostera apareció la Deportiva que se atisbó en pretemporada y que ha tardado, pero ya luce galones en Liga. Si ante el Oviedo, dejando de lado una primera media hora para olvidar, el equipo ofreció su mejor cara, el arreón final de los de Oriol Alsina no desvirtúa la superioridad de un equipo que ganó el partido antes de saltar al césped. 

Díaz se llevó los tres puntos a 800 kilómetros. El planteamiento del técnico madrileño fue de diez y los jugadores -salvo un par de despistes en balones a la espalda- ayudaron a que la pizarra y lo trabajado durante la semana pusiera fin a la maldición en Cataluña, y ya de paso, terminar la jornada cuartos y en ‘playoff’, que tampoco viene mal para empezar noviembre, el mes en el que se supone que se dilucida quién mirara con ilusión hacia arriba y quién con miedo hacia abajo.

El cambio de sistema le sentó como un guante a los blanquiazules, un conejo que Díaz se sacó de la chistera cuando ganar fuera de casa empezaba a convertirse en un tabú y que no fue fruto de la improvisación.

El equipo fue un acordeón. Los carrileros suplieron con creces la, en teoría, inferioridad numérica del centro del campo y fueron un desahogo permanente para Berrocal, Acorán, Antón y Andy, que con el doble pivote instaurado casi como un dogma de fe, ganó la batalla en la medular.

Una vez perdido el factor sorpresa y si Díaz repite, tocará evaluar si el nuevo sistema fue flor de un día o es el dibujo que permite explotar las virtudes, que son muchas, y camuflar los defectos, que también los hay y que hasta hace un par de semanas, parecían el árbol que no dejaba ver el bosque.
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