La ceguera como norma

27/04/2021
 Actualizado a 27/04/2021
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Antes era cuestión de pensar que no nos conocían y les pedíamos que vinieran y nos miraran, como si el tacto y la vista llegaran para entender. Queríamos justificar en esa ignorancia sensorial de los políticos las carencias que los bercianos nos veíamos en las ropas. Ese roto era tan descarado que sobreprotegíamos a las altas esferas en una ceguera involuntaria que nuestra voz resolvería, creíamos. Pero no eran los ojos los que fallaban. Lo vimos al lanzarles un bastón de apoyo como esquema de lo que estaba pasando de puertas para adentro de la sanidad que bebemos. No hay oncólogos, cosan o no remiendos, no hay más tela. Y decir que no hay porque no existen no soluciona su carencia. Y al tiempo ves como se da una patada a los de 18 años porque no llegan a un corte que es más de manga que de entrada al futuro universitario que perfilaron, algo falla. No podrán ser oncólogos. No se les deja, aunque no haya. No los hay y se acaba el discurso valiéndose del tiempo que ya no tienen los únicos que quedan para cubrir con la mano el hueco por el que se ve la carne en ese descosido hilarante.Faltan profesionales y son ellos mismos los que piden más manos y son a ellos a los que niegan los políticos al sacar sus porcentajes seleccionados que tampoco solucionan el catarro de nadie. Rumiamos su verdad, comemos la nuestra y no somos capaces a tragar ninguna. Mientras pidamos un consultorio abierto y se nos hable del nivel de la inversión que se realiza. Mientras pidamos un pediatra para el rural y se enseñen las plazas que no se quieren cubrir. Mientras se nos venda el llenado de una España Vaciada de sonrisas primaverales y lo que se haga sea enlosar la lápida de los pueblos, veremos en su ceguera nuestro llanto por una comarca cargada de compromisos en una mochila que solo le sirve para deslomarse. Y es que las promesas son lastre cuando solo pretenden resolver una ceguera voluntaria.

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