La casa donde los duendes hacían "cosas de los demonios"

En Tolibia de Arriba los duendes tuvieron casa y aunque ha sido totalmente reformada y dividida en dos, la mirada a lo que fue la tenada y el pajar es inevitable para los que conocieron las fechorías que allí protagonizaron ‘los duendes’

Fulgencio Fernández
29/07/2017
 Actualizado a 18/09/2019
La vieja ‘casa de los duendes’ ha sido remodelada y desapareció "el pajar de los extraños sucesos", ya que en la actualidad son dos viviendas. | MAURICIO PEÑA
La vieja ‘casa de los duendes’ ha sido remodelada y desapareció "el pajar de los extraños sucesos", ya que en la actualidad son dos viviendas. | MAURICIO PEÑA
Cuando el Tolibia de Arriba preguntas por la ‘casa de los duendes’ (que ya conoces pero para ver la reacción) siempre hay una sonrisa antes de la respuesta. Volvió a ocurrir con el hombre que pasea a su madre por el pueblo y el actual habitante de ‘la casa’, el marido de una biznieta de los moradores de la época, pronto te aclara: «Aquello se cuenta, pero ya no hay nada. Yo llevo aquí cuarenta años... y nada».

Cierto que la historia no se volvió a repetir, que se sepa, pero los extraños sucesos de ‘la casa de los duendes de Tolibia’ no se borran de la memoria, tanto que la última asociación nacida allí lleva por nombre... Asociación Cultural Los Duendes.

Para conocer aquellos hechos que hoy llamarían «paranormales» habría que viajar hasta finales del siglo XIX y principios del XX, en una casa más de Tolibia, de ganaderos, con pajar y tenada. No se sabe muy bien cómo, nadie lo supo nunca, un día podían aparecer las vacas atadas en los pesebres de dos en dos, que no resulta fácil pero sería posible; pero otro día aparecía una en la tenada, algo que resultaba imposible que hiciera ella sola ni tan siquiera con la ayuda de alguno de los habitantes de la casa, la del Tío Valiente y Margarita, pues para bajarla fue necesaria la presencia de muchos vecinos y usar poleas y varias sogas para poderla bajar... Las cazuelas parecían tener vida propia pero el suceso más extraño, si cabe, podía ser que un día apareció todo el vino del pellejo derramado por el suelo y al día siguiente volvía a estar en el pellejo...

La historia de los sucesos extraños comenzó a correr por la comarca y eran muchos los habitantes del valle —y algunos llegados de más lejos—que pasaban a ver la ‘Casa de los Duendes’ de Tolibia, por más que no le hiciera mucha gracia a sus moradores, que no sabían cómo explicar aquellos hechos.

Para los visitantes era una anécdota pero entre los habitantes de la casa comenzó a cundir el miedo y al anochecer se reunían para rezar rosarios y así tratar de evitar que ocurrieran nuevas jugarretas de los duendes. Pero nadie se atrevía de noche a abrir la puerta de la tenada pues se contaba que lo intentó un cura, hisopo en mano, y en cuanto comenzó a subir las escaleras todas las maderas comenzaron a crujir, se escuchaban ruidos extraños y el sacerdote también cayó escaleras abajo dándose una buen costalada.

Cuenta Julio Llamazares en 'El río del olvido' (1990) el final de la historia que le contó la que entonces era dueña de la casa, la señora Teodora: «Mi tía Margarita, que estaba ya muerta de miedo y harta de que la gente viniera a ver su casa en procesión, con crucifijos y escapularios, desde todos los pueblos, fue a la iglesia y cogió una cruz bendita y entró ella sola en la casa mientras mi tío y toda la gente quedaban fuera. Al llegar a lo alto de la escalera mi tía gritó en voz alta: ‘Si eres cosa de Dios, preséntate. Si eres cosa del diablo, vete’. Entonces, según dicen, se oyó una voz profunda, como nacida de la tierra, que le dijo: ‘No temáis. Vosotros, los de la casa, no tengáis miedo. Soy el alma de un fraile que nací en esta casa y que morí en tierras lejanas y estoy penando desde entonces un grandísimo pecado que cometí a las puertas de la muerte. Decidme misas y rezad por mí, que no encuentro el descanso eterno’. Luego se oyó un enorme ruido, todas las vigas rechinaron como si hubiera un terremoto en el pueblo y se volvió a oír la misma voz, ahora como un lamento:‘Adiós. Adiós casa mía, para siempre’. Y se fue, en efecto, para siempre».

Lo que no se fue es la leyenda. E, incluso, el miedo. Recordaba el propio Llamazares cómo le costó trabajo «entrar en conversación» sobre el asunto pues los vecinos lo rehuían. Incluso cuando llegó al Tele Club le respondió un anciano: «Aquí no hay duendes ni duendas». Otra respuesta menos agresiva fue «eso son cuentos de la gente» y una tercera muy ilustrativa: «Eso son cosas de los demonios».

Incluso Teófilo, el de Felechas que vivía en La Mata, tenía otra teoría, que eran «cosas de dos demonios, el cura y un cómplice asturiano». Aunque Celedonia, vecina de Tolibia, estaba segura de que «allí cosas pasaron, ahora ¿qué eran?».

El caso es que durante mucho tiempo a los vecinos no les gustaba «tentar la suerte»hablando de la casa de los duendes de Tolibia, «no vaya a ser que vuelvan».

Ya no ocurre. Ahora todo se reduce a una sonrisa y a la constatación por los actuales habitantes de la casa de que ya nada ocurre allí. Pero la casualidad quiso que en este mismo pueblo, ya en 1980, se hizo famoso un caso de avistamiento de OVNI, que fue recogido incluso por la prensa nacional. Nacho Alonso escribía el 23 de agosto en El País: «Cuatro niñas, de edades comprendidas entre los seis y los ocho años, dieron la voz de alarma el pasado día 7. Con voz entrecortada, tras una larga carrera, relataron, al caer la tarde, que habían visto un «platillo volante». Poco después, en la escuela, las niñas dibujaron, por separado, el mismo ovni. Al día siguiente, un padre de familia se salió de la carretera con su coche, al percibir una potente luz amarillenta, con forma de globo, que se le aproximaba. Desde entonces, los vecinos de Tolibia de Arriba, localidad de la montaña leonesa, tratan de divisar cada noche ese ovni, que nunca se aparece a más de dos personas». Parece claro que Tolibia algo tiene.
Cosas de los demonios.
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