La cadencia del dolor

23/04/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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De un lado duele y del otro escuece más. Tal vez por la edad que debilita el músculo y desarropa el hueso o por la cabezonería de no ir a consultarlo, pero Las Médulas siguen con ese interminable azote de tos que se acentúa en cada Semana Santa, justo cuando se le mezclan esos cuatro días de asueto ganado, al sol, a la atracción de un patrimonio histórico, al encaje en una comarca de ensueño, a la singularidad del entorno y a la vida eterna amén. Duele verse vestida de un Corte Inglés en rebajas al 90%, pero vendiendo sin más el edificio. A golpe de empujones y casi pidiendo la vez se veían las minas romanas, después de un paseíto por carretera de tres kilómetros por la imposibilidad de aparcar en cualquier espacio. Cuestión matemática: 400 aparcamientos para 5.000 vehículos, mal vamos. Y la Junta, malhumorada y como si pudiera escoger resolver o no el problema de un espacio en el que le toca actuar, le da la espalda después de haber hecho una intentona fallida con un autobús que en lugar de unir dejó heridas en los dos flancos. En el local, por no respetar esa apuesta turística que se había forjado y pensar solo en llevar y traer, y en el regional, por no agradecer los esfuerzos en articular un sistema de líneas coloreadas que rompían el tránsito habitual de esos 5.000 coches que meter en el bolsillo. La magia del tiempo es ver cómo está de regreso, intacto, sin avances, con una cadencia casi musical. Blanca corchea y…problema, corchea, doble negra y…
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