31/01/2022
 Actualizado a 31/01/2022
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A Felicísimo Llamas, primo del cronista, se le abrió la brecha digital y, a los 81 años, sin Covid ni pandemia alguna, perdido en la neblina y el humo, ha dejado de respirar en su Vidanes natal. No le dio tiempo a escuchar a la Ministra de Sanidad la palabra ‘enlentecer’; ni a profundizar en el sentido de los nuevos conceptos de la progresía universal: gama alta, guerra híbrida, modo avión, inmunidad de rebaño, gripe aviar; ni a escuchar al candidato de derechas al gobierno de CyL prometer a León el honor de ser: la incubadora de proyectos aeroespaciales. Apenas le resbalaría la noticia del Papa Francisco saliendo a comprar un CD de música clásica y declarando a la prensa que le apetecía mucho callejear. Tampoco se debió sentir concernido por el órdago de Putin, el Zar de todas las Rusias, contra la rancia y despendolada Europa, desplegando en la frontera 100.000 soldados y un arsenal con tanques apuntando a Ucrania nada más que para fardar.

Cuando, al final de la década de los 40 del pasado siglo, en la Preceptoría de Vidanes, le sacó Don Fructuoso a la pizarra pidiéndole que escribiera la frase: «el niño que juega al balón ha metido gol», y la tradujera al latín volviéndola por pasiva, el chaval se rascó la cabeza y debió sentir lo mismo que cuando, de mayor, iba a Cistierna al cajero del banco a ‘sacar’ para los vinos en el bar Ferreras (Natalia no admite todavía pago digital) y una voz de plomo le insistía, una y otra vez, que procediera a señalar la cantidad a extraer y, por mucho que protestara que no ha traído las gafas de ver, ella, la voz, no le hace ni puñetero caso y se pone la pantalla en negro y la tarjeta sin aparecer. En ambos casos, en el de la Preceptoría y en este del cajero, la solución era que no había solución. Aquella vez el ‘cintazo’, con la hebilla, le dejó la oreja colgando y comenzó a sangrar sin que aquel Dómine Cabra dejara ni un momento de reír. No había pasiva. Al parecer.

Al cronista, como a su difunto primo, que hace tiempo vive en modo avión, la brecha digital le parece que no tiene vuelta por pasiva, ni siquiera traducción. Que no sabes echar gasoil, que no aciertas a meter la clave, que no manejas el wasap, pues vuelves a casa y te pones a leer. Escépticos y desengañados, el caso es saber siempre a dónde volver. Como dice Antonio Muñoz Molina: «La sabiduría campesina era una invitación constante al escepticismo y el desengaño».
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