Juan López: "Explosiones, movimientos de tierras y naturaleza dejan una historia en piedra"

Es uno de los tres artistas que participan en el proyecto expositivo titulado ‘A punto de ser nada’, comisariado por Alfredo Puente, que se puede ver en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia y que muestra el paisaje del territorio en el que se ubica la institución a través de la historia y del futuro de los materiales que lo conforman

Bruno Marcos
21/07/2021
 Actualizado a 21/07/2021
Juan López es uno de los tres artistas participantes en el proyecto ‘A punto de ser nada’. | JORGE YEREGUI
Juan López es uno de los tres artistas participantes en el proyecto ‘A punto de ser nada’. | JORGE YEREGUI
El paisaje es una imagen que se funda en la lejanía y habita en la mirada. El tiempo, aparentemente detenido, da a esa imagen una naturaleza de esencia. Sin embargo el paisaje está hecho de materia y sobre la materia actúa el paso del tiempo, aunque sea de una forma inicialmente invisible a nuestros ojos. ‘A punto de ser nada’, el proyecto expositivo que la Fundación Cerezales Antonino y Cinia presenta actualmente, ha diseccionado parte de esa imagen que es su paisaje comprobando que lo primero que ha emergido de su materia ha sido, precisamente, tiempo, el tiempo geológico y el industrial, el tiempo de la vida natural y el tiempo humano. Todos ellos se reúnen a lo largo de la muestra para poner en escena una panorámica inédita que va desde el pasado más remoto hasta el futuro.

– Este proyecto ha sido algo más que la reunión de unas cuantas obras de arte referentes a un tema común. ¿Cómo has vivido el proceso? ¿Habías trabajado así alguna vez con alguna otra institución?
– La verdad que ha sido una experiencia bastante nueva. Durante mis años de práctica artística he colaborado con muchas instituciones en exposiciones colectivas donde la figura del comisario marca unas pautas o construye el marco de trabajo, pero nunca de esta manera. En este proyecto esos condicionantes nos los hemos ido imponiendo según avanzaba el trabajo, según íbamos teniendo más experiencias sobre el territorio y sus problemáticas.

Con el acompañamiento de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia y todo su equipo, el método de trabajo a partir de salidas para realizar trabajos de campo y el contacto directo con gente proactiva ha sido una manera de aterrizar de verdad en la realidad que se vive en determinadas zonas de León y los futuros cambios que parecen que son ya «presente».

En muchos momentos hemos tenido la sensación de que la actualidad superaba cualquier cosa que pudiéramos proyectar, como si en las redacciones de prensa nos leyeran las intenciones. Reflejo claro de que el trabajo de ‘A punto de ser nada’ y de la propia Fundación transcienden lo que habitualmente entendemos como una exposición de arte en un espacio museístico.

    – ¿En una de tus obras haces una gran composición superponiendo fragmentos de carteles publicitarios sobre labores agrarias de principios del siglo XX que compone un paisaje ideal para entonces del campo. ¿Qué partes de las imágenes has escogido y cuáles excluido de la pieza final y qué mensaje transmite?  – Para la pieza ‘No hay tal desastre’ trabajamos a partir del libro ‘Un siglo de carteles en la agricultura española 1870-1960’. El libro llega a nuestras manos tras la donación que realiza Juan Manuel García Bartolomé de su archivo personal a los fondos de la Fundación. Él fue la persona que impulsó la mediateca del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. El mural trata de hacer referencia a todos esos paisajes y situaciones de las que hemos ido hablando y trabajando durante todo este tiempo de investigación, tratando de poner el foco en otro tipo de concepto de extracción que no es el minero sino que tiene más que ver con la agricultura y con la ganadería. Las imágenes con las que he trabajado vienen de publicidad de la época del desarrollismo, donde la promesa de un mundo mejor en el campo era la premisa. Por medio del collage, selecciono partes de esos carteles poniéndome pautas como eliminar la figura humana, hacer desaparecer los eslóganes y sus promesas de mejora, etc. Se consigue así una imagen de imágenes que nos quiere hablar de cómo la vegetación, los animales y, en definitiva, lo no humano puede seguir su camino sin nuestra intervención.Este ejercicio, con un estilo publicitario de otro momento, encuentra su opuesto en la sala de exposiciones con un ejercicio publicitario más actual como es el vídeo comercial extraído de YouTube sobre el Hidroseeding. Un ejercicio más adaptado a este tiempo, tanto por su canal de difusión como por su contenido sobre las nuevas maneras de trabajar en el sector agrícola, vinculando tierra, tecnología y química.  – En las otras dos obras que presentas en la muestra hay un interés por la superficie, por el relieve de los materiales. ¿De qué zonas de las que visitasteis provienen?  – Hemos visitado muchos lugares interesantes que sólo a nivel visual, a primer impacto, llevan una carga de información muy potente. Dos lugares que despertaron mi curiosidad y con los que he trabajado son la Gran Corta de Fabero y material de la mina de pizarra de Valdeorras. Esta última, ya en la frontera con Galicia, no se pudo visitar por el motivo de la pandemia.Me interesa mucho trabajar sobre la superficie, pero no en un sentido peyorativo de la palabra. Creo que en esa primera capa visible, la capa actual que la realidad nos deja ver, es donde se deposita un conocimiento más inmediato. La capa del presente.– En uno de los vídeos de los trabajos de campo se ve cómo extraes el negativo de un suelo de pizarra arrojando una masa plástica y arrancándola una vez solidificada. Sería de esperar que ese negativo sirviera como molde para positivar el fragmento de suelo, para repetirlo en la sala de exposiciones, pero has dejado el molde. Da la sensación de una piel arrancada, sin forma, con huellas. ¿Qué significa?
– Esto hace referencia al proceso de trabajo que iniciamos en la Gran Corta de Fabero, donde la actividad minera ha cesado y el carbón ha quedado paralizado dejando en la superficie grandes huellas, marcas o signos de lo que en su día debió ser uno de los bosques más densos de la zona.

El motor de la pieza son esos negativos sobre la placa de carbón. Esos fósiles en definitiva nos sirven para positivar y obtener una copia de una realidad desvelada después de 300.000 millones de años. Una vez «arrancada» esa piel, se pone en relación con restos de las propias máquinas excavadoras que trabajaron allí, estableciendo paralelismos entre naturaleza e industria. El trabajo nos revela cómo era el paisaje en otra época geológica, a la vez que nos habla de las escalas y los volúmenes con los que se trabaja en la extracción de minerales o de las huellas que se genera sobre el paisaje.

La investigación en la Corta sigue a día de hoy, superando el tiempo de la exposición, en diálogo con la gente del Ciuden y con las personas del Aula de Paleobotánica de Fabero, antiguos mineros que de manera amateur trabajan por mantener y recuperar, en la medida de lo posible, todas las maravillas que los explosivos sacaron a la luz.

– En la tercera de las piezas que instalas en la exposición hay un mecanismo robotizado que traduce a sonidos el relieve de una gran placa de piedras ensambladas, un sonido que es enviado al exterior del edificio donde se mezcla con el ruido del viento o de los pájaros. ¿Podría ser una alegoría sobre la acción artística que os propusisteis, dar voz a la memoria del suelo?
– A partir de la idea de vinilos de pizarra de la época donde el sonido se grababa en ese mineral para luego ser reproducido, surge la idea de montar un gran «giradiscos» para hacer sonar la piedra. Ver qué ocurre al amplificar esos surcos y esos relieves generados de una manera natural. Por medio de un robot hecho ex profeso para la ocasión, una aguja va rasgando distintas partes de un gran mural de pizarra para luego traducirlo a sonido. A su vez, esa acción de arañar, deja unas marcas sobre la pizarra, generando así una especie de nuevo fósil. Finalmente, la traducción sonora se emite al entorno, devolviéndole lo que le pertenece.

La capa tecnológica que implica el robot, nos habla también de cómo la vida en estas zonas rurales se va adaptando a los avances industriales para poder seguir siendo. Imaginamos que explosiones, movimientos de tierras y naturaleza dejan una historia en piedra, un registro sonoro que podemos interpretar, una memoria grabada en el suelo que merece la pena reproducir y escuchar.

‘Devolver su ruido’ es una de las piezas de la exposición donde más energía se ha puesto, no sólo en la parte discursiva sino por la parte humana y toda las colaboraciones que conlleva. Han estado implicadas todas las personas de las distintas áreas de la Fundación, la gente de Hacendera Abierta y la gran colaboración de SoloPiedra, una empresa que desde el principio se volcó con el proyecto. Destaco esto no de manera gratuita, sino porque este modo de trabajar también habla de hacer cultura, hacer territorio, y modifica nuestro «paisaje».
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