10/08/2021
 Actualizado a 10/08/2021
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A Messi todo el mundo lo conoce, a Jose (con acento prosódico en la o) lo conocíamos solamente unos pocos. Los dos han sido noticia por estas mismas fechas. Messi por haber abandonado un equipo de fútbol presuntamente español y Jose porque se ha muerto esta semana. Mi deseo era dedicar solamente a Jose esta columna, pero finalmente me ha parecido más interesante dedicársela a los dos.

En cuanto al argentino desconozco sus cualidades como persona. Lo único que realmente le ha hecho famoso es su capacidad para juzgar al fútbol. Sin pretender quitarle mérito hemos de reconocer que hay muchísima gente menos famosa y no tan bien retribuida que, con su ciencia y esfuerzo, aportan bastante más a la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en el personal sanitario que están entregando lo mejor de su tiempo y de su vida al servicio de los demás o en la guardia civil. Tal vez habría que plantearse desde el punto de vista ético si es normal que una persona pueda recibir por meter goles unas cantidades de dinero tan desorbitantes y ser considerado casi como un dios, si bien la culpa no es del futbolista, sino de quienes lo utilizan o lo idolatran.

Pero hablemos ahora de Jose. En realidad era un niño de cincuenta y dos años. Si le hubiera tocado nacer en estos tiempos es muy probable que hubieran aconsejado a sus padres no llevar adelante el embarazo. Son muchos los que en circunstancias parecidas a él son desechados como quien no tiene derecho a vivir por sus discapacidades. Pero afortunadamente son también muchos los padres que aunque en principio les cuesta aceptar esta situación reconocen después que esos hijos son el mejor regalo. Parece mentira que quienes tanto presumen de ser defensores de la igualdad los consideren como seres inferiores.

Doy gracias a Dios por haber conocido a Jose. Sus limitaciones le impedían hablar pronunciando palabras, pero su sonrisa, sus gestos, eran mucho más elocuentes que las palabras. Sabía comunicar como nadie la alegría, la tristeza o la gratitud. Entiendo que su madre experimente ahora un gran vacío, porque estos hijos llenan mucho. Los que por circunstancias de la vida teníamos mucho trato con él, también lo echamos de menos, si bien somos conscientes de que tenemos un santito en el cielo. A la hora de la verdad la muerte iguala a todos. Messi también tendrá que morir algún día. Afortunadamente en el cielo no se darán las grandes diferencias de la tierra. Y en caso de darse, seguro que Jose superará a todos.
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