18/09/2020
 Actualizado a 18/09/2020
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Es muy complicado entrar en el pódium de decisiones más incomprensibles de organismos en los últimos meses, pero el Consejo Superior de Deportes (CSD) lo consiguió tras meses de echar balones fuera y escurrir el bulto.

Poder meter 500 personas sea la cancha de 1.000, 2.500, 5.000 o 10.000, o 1.000 en campos sean de 2.000, 5.000, 15.000 o 40.000. Para eso, y pasar la pelota a las Comunidades en el resto, llevan desde el inicio del verano dando largas a esos clubes que mueven muchísimo dinero y suponen multitud de puestos de trabajo. Y encima lo venden de acuerdo histórico. Es un chiste todo.

Pendientes de salir en la foto o tener siempre algo que decir en la guerra entre Tebas y Rubiales, pero incapaces de hacer un análisis serio y un protocolo adecuado a la complicadísima situación, pudiendo llevar con ello al borde del precipicio a muchos de ese mal llamado deporte no profesional en el que miles de personas viven exclusivamente de él y, en la mayoría de casos, con sueldos muy superiores a la media de sus localidades.

Medidas tiene que haber, por supuesto, faltaría más. Mascarillas, controles y distancias deben ser el ABC. De hecho, por poner un ejemplo cercano del estreno del regreso del público a un partido en León, a mí se me quedaba muy corta en el partido inaugural del Ademar la distancia de un asiento no y uno sí y viceversa en las filas de arriba y abajo, algo que se corrigió en el segundo.

Pero no puedes no tener en cuenta el aforo y el tipo de escenario, y no vale el argumento de las entradas y salidas cuando en conciertos, corridas de toros y otros eventos has superado constantemente esas cifras. ¿Por qué no en el deporte? ¿Cuál es la diferencia?

El virus está presente y hay que cuidarse mucho, pero con una coherencia que brilla por su ausencia entre todos los ámbitos. Quizá hay que poner en los estadios alguno de esos inventos mágicos. Como las máquinas de la ORA inmunes y que nunca hubo que quitar mientras se eliminaban de las playas las duchas por el botón. O esos aviones, trenes y buses en los que milagrosamente el virus pierde fuelle y da igual que no exista ningún tipo de distancia de seguridad. Terrible.
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