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Introducciones

21/02/2021
 Actualizado a 21/02/2021
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Preguntarle a Cristina Morales (la mejor escritora/escritor del último lustro en nuestro país) qué piensa de las protestas violentas de estos días en las calles de algunas ciudades españolas puede ser generar nocturno desasosiego y posteriores insomnio y derrotismo. Pero leer su ‘Introducción a Teresa de Jesús’ es vigorizante. Ficción narrada por la propia Ahumada, que hay que leer descansadito y bien dispuesto para no desperdiciar sentencia, te hace por momentos troncharte con la doctora de la Iglesia que pinta Morales, quien no debió de pretender desmitificar a la mistagoga pero lo logra. Pobre Teresa, que no tenía su nombre en el santoral de aquella, cuando ahora no hay nombre de pila sin hueco.

Sirva la lectura de la reivindicación literaria de quien escogió los votos por ganar en libertad y así encontró un camino mucho menos terrenal que los pedregales que recorría la mayoría, para ejercer un poquito de abogado del diablo, lo cual le sale a uno por devoción, de manera natural, no como el pelo de punta, que para eso hay que usar secador la mayoría de las veces.

Rompamos una lanza por algunos religiosos, que ya suena a terca ventosidad lo de «creo, pero en lo que no creo es en la Iglesia y el clero». Demos un poco de juego. La Iglesia es una de las instituciones más fascinantes de la historia de la humanidad y el clero que la conforma ha dado ejemplares humanos de lo peor a lo mejor. Desde lo más despreciable a lo más excelso y por eso las enmiendas a la totalidad del colectivo son empobrecedoras. Los criminales que lo paguen y quede escrito en la historia para siempre lo que hicieron, deshonra y desprecio eternos hacia sus nombres, y maldición gitana para ellos.

Pero respeto hacia los que han obrado cristianamente. Y celebremos a los ejemplares más elevados que han integrado el colectivo, que es domingo. Y estos van desde Santa Teresa hasta mi tía residente en Ciudad de México. Una vida de entrega y estudio en España, Venezuela o Zambia llevada con energía infinita y verbalizada con la mejor retórica religiosa, que es un gusto escuchar y parece dicha para ser escrita y que quede. No te ofendas si un día te dedico una ‘Introducción’.
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