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Intenciones inmateriales

22/08/2021
 Actualizado a 22/08/2021
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Si hay un organismo en el mundo hasta los topes de buenas intenciones, ese es la Unesco. Tiene tan buena imagen y suena tan prometedor su nombre que sé de gente que trabajaría gratis en aquella. Darían palmas con las orejas por desempeñarse allí a cambio de cama, comida y calderilla para tomar algo, siempre y cuando les llevasen a ver mundo vía Pack Patrimonial, Material e Inmaterial.

Ser parte de la Unesco, con sus buenas intenciones, garantiza momentos gloriosos, como participar en el reciente estudio y concesión del reconocimiento al madrileño ‘Paseo del Prado y el Buen Retiro, Paisaje de las Artes y las Ciencias’ por ese despliegue de decenas de creaciones humanas y naturales esplendorosas que constituye la verdadera ‘jojoya’ capitalina.

En la Unesco, además de buenas intenciones, es más que posible enfrentarse a desafíos provocadores. En el departamento de solicitudes van a tener que atender a uno importante dentro de poco si el municipio gaditano de Algar sigue adelante con su ambición. Quieren que se reconozcan como Patrimonio Inmaterial sus humildes ‘Charlas al fresco’. Tradición bonita la de sentarse a la caída del sol a la puerta de casa junto a los vecinos y hablar sin hacer nada más, ni comer, ni beber, ni fumar ni por supuesto manipular aparatos electrónicos. Tradición en perpetuo riesgo de desaparición, porque hay gente con la que uno compartiría horas pero también otra con la que no duraría ni un minuto. Ahí es donde se tambalea la costumbre. Cuando a uno le toca de vecino un tío brasas ¿aguantaría el recuentito de los avatares de su jornada cada veraniega noche? Por eso precisamente, para que no desparezca, hay que protegerla, dirían los promotores de la solicitud a la Unesco.

Desde aquí hacemos saber a los algareños que estamos para ayudar, y que también nos representan, porque la charla al fresco era una costumbre igualmente arraigada en los arrabales leoneses. La misma Unesco permite presentar candidatura por manifestaciones culturales que pueden darse en formas muy parecidas en otras localizaciones, siendo ese un rasgo que crea lazos. Nuestras charlas al fresco, eso sí, estaban azucaradas con la celebración simultánea y clandestina por parte de los púberes del juego ‘Fresa, fresita, fresón’. Puede que en Algar suceda esto mismo, y por eso sugerimosuna candidatura conjunta en la categoría de ‘usos sociales con rito iniciático’.

No trabajamos en la Unesco, pero estamos llenos de buenas intenciones.
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