Iñaqui Juárez: "Elegir el texto de Saramago es asumir un riesgo importante"

Títeres y titiriteros se confabulan para poner en escena la adaptación teatral de la novela ‘Caín’, del Nobel de Literatura portugués, que este jueves llega al Auditorio Ciudad de León de la mano de la compañía zaragozana Teatro Arbolé

L.N.C.
13/02/2020
 Actualizado a 13/02/2020
Actores y marionetas conviven en un mismo escenario durante la representación de ‘Caín’, adaptación teatral de la novela de José Saramago.
Actores y marionetas conviven en un mismo escenario durante la representación de ‘Caín’, adaptación teatral de la novela de José Saramago.
Una de las propuestas escénicas más originales de la presente temporada en el Auditorio Ciudad de León aterriza este jueves de la mano de la compañía zaragozana Teatro Arbolé, que en única función a las 21:00 horas con entradas a 15 euros pone en escena la novela de José Saramago ‘Caín’, una producción de teatro de títeres y actores de gran formato.

Más de un centenar de muñecos, que dan vida a los personajes del Antiguo Testamento, seis actores titiriteros y dos ovejas son los protagonistas de este ‘Caín’ de Saramago. Todos ellos de la mano de Iñaqui Juárez y con la sabiduría del Premio Nobel de Literatura, el escritor portugués José Saramago, que también tendrá una réplica en muñeco.

Se trata de una obra muy especial que pretende desarrollar toda la experiencia acumulada durante estos años en el mundo del títere y del teatro. Una producción que cuenta con actores y títeres y que pretende aportar la visión titiritera al teatro contemporáneo. «Elegir el texto de José Saramago es asumir un riesgo importante, pero a la vez es un aliciente», señalan desde la compañía con sede en Zaragoza.

La adaptación de la novela ‘Caín’ corre a cargo de Iñaqui Juárez. «Solo con ojear la novela, lo primero que llama la atención es la falta de signos de puntuación. Los párrafos son muy largos y sin pausas, se mezclan intervenciones del narrador con los diálogos o pensamientos de los personajes. Todo se narra sin pausas gramaticales, el texto surge a borbotones e inunda la novela de toda clase de sucesos extraordinarios, de una manera que deja al lector sin aliento», destaca Juárez, para quien este alarde literario no esconde la inmensa teatralidad del texto. «Al igual que Cervantes en la segunda parte de El Quijote, Saramago encadena una escena tras otra. No importa que no tenga una continuidad temporal, que Caín viaje hacia delante y hacia atrás en el tiempo. Da igual. La historia tiene coherencia por el devenir del protagonista y la relación con su creador».En el mundo, el supremo hacedor está en lo alto. Con no demasiada gana, sigue haciendo hombres, muñecos que va terminando y arrojando al mundo, abandonándolos a su libre albedrío. Abajo, un inmenso montón de muñecos, la humanidad creada, se amontona a sus pies. Caín acaba de matar a su hermano y se enfrenta a Dios. El paso del tiempo es caprichoso para Caín. El polvo y el viento le hacen dar saltos adelante y atrás en la línea temporal. El pasado es lo que ocurre en escena y el presente se confunde con un presente futuro. El tiempo pasa de otra manera en este devenir de Caín.Las historias conocidas, esas que se narran en el Antiguo Testamento, son contadas y vividas por los muñecos. La exageración, la falta de límites, el juego simbólico… son elementos inherentes a ambos, que comparten su fondo y su forma, y cuyo sangriento contenido es minimizado por la acción de los peleles, simples objetos en la mano de un manipulador.Pero Saramago, que se hace presente en la representación en forma de títere, se adentra en otras consideraciones. Caín es su Caín, un personaje marcado por Dios que se rebela contra él, alguien que no acepta a ese Dios ni su obra, ni sus acciones. Su voz está presente en la de los actores. Al contrario que los muñecos, su discurso es real y su opinión surge de la vida. Los muñecos no interpretan lo que pasa, son testigos de lo que sucede en la literalidad tan cruel y sangrienta de los textos antiguos.

A los títeres les corresponde representar las historias ya sabidas, tan sabidas que no hay que entrar en detalles. Lo que importa es la acción, lo que importan son los hechos. Nada más adecuado que el lenguaje titiritero para representar acciones desaforadas, hipérboles constantes, pasajes macabros y truculentos que se convierten en divertidos juegos escénicos representados por muñecos.

Y Caín, el Caín de Saramago, siempre dispuesto a hacer lo que nadie hace, cuestionar a Dios. Caín es el ser humano, pero no el del Antiguo Testamento; es el ser humano de hoy, con un bagaje humanista de siglos, con un razonamiento independiente e insumiso. Se expresa libremente, entra en polémicas constantemente y, como Saramago, no teme a las palabras. Este es el plano de los actores.
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