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Humanistas obsoletos

13/09/2021
 Actualizado a 13/09/2021
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A medida que vamos cumpliendo años, y metidos ya en esa franja de los ochenta, algunos casi no sabemos quiénes somos. Porque ¿quiénes somos nosotros, los humanistas obsoletos? Muchos, apenas niños, pobres, hijos de pobres labriegos, para los que la única forma de estudiar entonces era ir a un convento, o un seminario, mientras los padres trabajaban el campo de sol a sol, o sepultados en las galerías de las minas, de noche a noche, y a la luz de un candil y protegidas sus vidas por el canto de un canario; y otros hijos de una burguesía desconcertada. Serrat nos canta en su ‘Llegar a viejo’ pidiéndoles cautela a los jóvenes de hoy a la hora de juzgar a estas generaciones: «Si tuviesen más cuidado en dónde pisan…». «Si los ángeles de la guarda dieran señales de vida…».

Algunos abrazaron/abrazamos ideas y creencias muy opuestas a las de sus padres, pues que les tocó vivir un tiempo diferente como era diferente el mundo después de dos guerras, mundiales, y un cambio social que dejó al comunismo en el poder (China, Rusia) resultando que tampoco era sino más de lo mismo.

Ahora algunos de nosotros, los que no fueron quedando por el camino en las garras de la vida, hemos llegado a la provecta edad, y continuamos «dando guerra» aunque ya solos ante el peligro, y acuciados (¿acusados?, ¿despreciados?) por las nuevas generaciones que no han vivido aquella suprema brecha generacional y se han encontrado un mundo hecho a la desmedida» del móvil y las alucinaciones de los jóvenes políticos.

Habla nuestro José María Merino a propósito de su libro: ‘Noticias del antropoceno’ de «las posibilidades de la realidad» asegurando que «la realidad no necesita ser verosímil». Y nos asegura que: «Todo será declarado obsoleto, incluidas las humanidades». Y añade: «A mí el secreto de los años no me está haciendo ninguna gracia» (El País (6.4.21) e insiste en que ahora en vez de naturaleza tenemos una ‘basuraleza’ que muestra el verdadero rostro de esta nueva sociedad de ingenios apartados de lo que se llamaba una buena educación.

«Fantasmas con memoria» canta Serrat. Humanistas obsoletos. Gentes amigas de todas las artes y todas las letras, y, sobre todo, de aprender a pensar sintiendo y a sentir pensando. Amigos de la amistad. Ancianos siderales de los de Luis Mateo. Mucha gente leonesa. Gente que sabe distinguir entre creer en Dios y conocer los secretos las religiones para así comprender el arte, la literatura, y demás motivos de escarceo del cerebro. Gente que no necesita del lenguaje inclusivo. Ni pretendió nunca resultar ecológica y sostenible. Gente fieramente sencilla.
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