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Houston, una cosina...

27/11/2022
 Actualizado a 27/11/2022
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La semana empezó con lluvia y nieve en los picos, así que algunos consideraron que ya había terminado el cambio climático. Antes nunca llovía a gusto de todos, pero desde que el pronóstico meteorológico ocupa más tiempo en los telediarios que la información deportiva, además de incluir un avance previo y un extenso desarrollo posterior, desde que se considera noticia que llueva y que haga sol, han conseguido politizar también cirros, cúmulos y estratos. Te destemplas un poco y te miran como si fueras un negacionista. Un camarero de Ponferrada me dijo que está bien que llueva, falta hace, a ver si se llena el pantano de Bárcena, que está que da pena verlo, pero que podían hacer algo para que lloviera sólo por la noche, que así no puede poner terraza. Este gobierno...

Luego llegó la selección española de fútbol, ahora conocida como «la España de Luis Enrique», y le metió siete goles a Costa Rica. Creo que fue entonces cuando se empezó a abusar del calificativo «histórico», que ya venía ciertamente sobado de los últimos tiempos y llegó al final de la semana históricamente manoseado. Algunos eran incapaces de contener la euforia, como si ya hubiésemos ganado algo, deleitándose con los goles y sus numerosas repeticiones porque nunca habíamos conseguido tantos en un Mundial, y otros decían que sí, que claro, que ya podrán con Costa Rica, que son muy malos, que no se fíen, que los alemanes nos van a poner en nuestro sitio esta noche y que Luis Enrique pasará de monólogos a monosílabos.

Siempre hay cenizos de guardia. La semana siguió avanzando y el miércoles se supo que los primeros astronautas españoles en treinta años serán dos leoneses: Pablo Álvarez y Sara García. Y, claro, eso es algo histórico. «Sí, pero uno está cojo», matizó el triste de turno, recordando que el elegido tiene problemas de movilidad en un tobillo, al tiempo que nos recordaba que en León ya tenemos un organista manco. Lo mejor de todo fue que nadie más que los dos elegidos por la Agencia Espacial Europea podía colgarse medallas, así que, salvo cenizos y tristes, que hicieron algo así como coger aire cuando te va a pasar una ola por encima, una marea de orgullo, obviamente histórica, recorrió la provincia, circulaban memes con banderas de León en la Luna y los medios locales parecíamos La Nueva España buscando los antepasados asturianos del mismísimo Michael Jordan: dónde estudiaron, cómo se llaman sus padres, a qué se dedican, en qué pueblo pasan el verano, si son más de cecina o de chorizo y si llevarán embutido leonés al espacio exterior como ya hiciera Pedro Duque. «Eso va a pasar», le dijo convencido el futuro astronauta a Chechu Gómez. Le dijo también, con ironía interestelar, «hay que ver hasta dónde tenemos que irnos los de León para buscarnos las habichuelas» y que «León sólo es lo que debería ser en Semana Santa y en Navidad, cuando regresamos todos los que nos hemos tenido que ir».

Pero antes de los medios locales, los que primero tuvieron acceso a los astronautas leoneses fueron los medios nacionales, que resolvieron con su habitual condescendencia informativa el hecho de que dos elegidos entre más de 22.000 candidatos fueran de aquí. ¿Se sorprenderían tanto si hubiesen estudiado los dos en la Complutense de Madrid o en la Autónoma de Barcelona? Ese ‘paterno-centralismo’ (¡toma ya!) se manifestó en reportajes del tipo «De León al espacio pasando por una pequeña universidad pública» o «El triunfo espacial de la España Vaciada», en plan «ay qué simpáticos los de León», como si el niño hubiese empezado a caminar solo o el perrito aprendido a hacer el pino. Oiga, ¿cómo que qué simpáticos? Por aquí estamos ahora muy crecidos y cansados de que nos miren con ternura capitalina cuando vienen a pasar su fin de semana, así que podemos cagarnos en su puta madre si fuera necesario para que se enteren de una vez de que el mundo no empieza y termina en Madrid y de que, en lugar de admirarse de lo que se puede conseguir desde la España Vaciada, intentamos que no se vacíe tanto o por lo menos que parezca el mismo país, España o lo que sea, porque se ha vuelto a demostrar que las puertas hacia las estrellas pueden estar incluso Omaña, sí, la comarca más envejecida de Europa, o en Candanedo de Boñar.

Que el mérito sea única y exclusivamente de ellos dos propagó ilusión y orgullo por toda la provincia, pero enseguida salieron al paso los oportunistas de siempre a sacar más conclusiones de la cuenta: que si el éxito es de la educación pública, que si el éxito de la educación pública es de Castilla y León, que si es de Castilla y León entonces el éxito es del PP, que el que apuesta por la ciencia es el PSOE, que si León solo...

Luego llegó el encendido de las luces navideñas y, de nuevo, la misma monserga, que ya parece la misma independientemente del tema: que si son pocas, que si son muchas, que si es pronto, que si es tarde... «Que no pase un día sin que des tu opinión de mierda», cantaban Los Punsetes. Parece que hoy hace falta opinar de todo, opinamos históricamente, más que nunca, y a muchos les pasa lo que decía Alfonso Guerra que le ocurría a la derecha española con el divorcio: estaban en contra de que fuera un derecho y luego creyeron que era una obligación. Para demostrarlo, la semana termina hoy, primero con dos manifestaciones simultáneas y, por la noche, con un partido de la España de Luis Enrique, que resulta que es la misma que la de Pablo y Sara, aunque no lo parezca.
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