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Hombre rico, hombre pobre

17/06/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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Fue una popular serie que Televisión Española emitió allá por los 70. La historia, basada en la novela homónima de Irwin Shaw, narraba las peripecias de la familia Jordache enfocada especialmente en los hermanos Rudolph y Thomas, hijos de un inmigrante alemán dueño de una panadería en los suburbios de Nueva York. Rudolph, inteligente, atractivo y ambicioso, creció bajo el permanente deseo de triunfo del sueño americano. Mediante un certero matrimonio consigue ascender en la escala social norteamericana hasta convertirse en senador. Thomas, encarnado por un jovencísimo Nick Nolte, se nos presenta como juerguista dado a meterse en líos que le llevan a coquetear con el crimen organizado, lo que le obliga a huir en un buque mercante.

No recuerdo si en la serie aparecía algún episodio escolar de los hermanos, pero seguramente en el sistema educativo actual Thomas sería candidato a más de algún parte de actuación inmediata. Hay alumnos muy disruptivos cuyo comportamiento en el aula no da muchas opciones al docente. Aunque el problema se agudiza si además de un díscolo tienes unos cuantos. No siempre se acierta con los agrupamientos y gestionar personas es tarea harto difícil. Por mucho que se esmeren los equipos directivos en hacer clases flexibles y se apliquen criterios cabales, no siempre se logra el equilibrio necesario. Pero a ese inconveniente puede añadirse una planificación educativa injusta que provoque, conscientemente o no, la conversión de un centro en gueto. Entonces se produce una grave perversión que vicia el carácter de pública de la escuela que debe ser igualitaria, inclusiva e integradora. Puede suceder que en un mismo área geográfica convivan, a escasa distancia, dos centros educativos cuyo alumnado es claramente diverso en procedencia, expediente y en clase social. Eso puede ser interpretado como agravio comparativo para familias y estudiantes.

Estos días, la Asociación de Madres y Padres del instituto Giner de los Ríos denunciaba un hecho de estas características respecto al vecino centro educativo que se encuentra a poco menos de 300 metros. Reclaman «más equilibrio entre los institutos vecinos, reparto más equitativo, y una heterogeneidad en el alumnado que no concentre a los estudiantes problemáticos».

Aunque esto de problemáticos también sería una cuestión analizable. Es vox populi que la inteligencia emocional es cuestión fundamental a tener en cuenta en la educación de las personas. Y en este sentido resulta fundamental conocer la realidad de nuestro entorno, con sus luces y sombras. Si no les educamos en la empatía, la tolerancia, la compasión y la solidaridad con los que sufren, difícil será lograr que alcancen, lo que sería necesario también, el objetivo de convertirse en buenas personas.

Los protagonistas hermanos de nuestra serie –les voy a hacer un poco de spoiler– al final de la misma no obtuvieron las mismas notas. Fue Thomas, el hombre pobre, el único que a pesar de todo, consiguió su aprobado en humanidad.
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