Historia regada con vino

La muria es una piedra de orígenes desconocidos situada en la entrada de Puente Almuhey y sobre la cual, durante siglos, se celebraron los concejos de los marquesados históricos de Valderrueda, Almanza y Valdetuéjar

Víctor S. Vélez
07/04/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Esta semana el municipalismo democrático español ha soplado cuarenta velas, pero las relaciones entre los pueblos de León se remontan a antes que muchos de esos concilios, fueros y leyes a los que se hace mención en el himno de esta tierra. Un legado de aquella convivencia intermunicipal permanece inalterable a la entrada de Puente Almuhey.

La muria, situada en medio de la rotonda principal de esta localidad de la Montaña oriental, es una piedra que actualmente cuenta con poco más de medio metro de altura y que representa a la perfección esa convivencia, en la mayoría de las ocasiones pacífica, que han mantenido los pueblos leoneses a lo largo de los siglos. Esta roca de apariencia megalítica se situaba en el punto en el que confluían los antiguos dominios de Valderrueda, La Vega de Almanza y Renedo de Valdetuéjar. De esta manera, en las tres caras laterales de la muria, ahora camufladas por el paso del tiempo, se pueden intuir los nombres de estos tres territorios.

En su parte superior, la muria de Puente Almuhey cuenta con cuatro rebajes circulares. Uno central y más grande, y otros tres en cada uno de los vértices de la piedra. En los encuentros a tres bandas de hace siglos, los representantes de los estos lugares colocaban sus vasos de vino en el orificio correspondiente y en el centro la jarra que, a medida que bajaba su contenido, lo hacían las disputas que les habían llevado a reunirse.

Ramón Gutiérrez, escritor y especialista en historia de esta comarca, comenta que la muria servía de encuentro en la confluencia de las jurisdicciones de los marqueses de Alcañices, propietarios de las tierras de Almanza, los marqueses de Prado, señores a su vez de Valdetuéjar, y los marqueses de Astorga, que dominaban los territorios de Valderrueda, Prioro y Morgovejo. «Cuenta la leyenda que cuando tenían un problema se reunían los gobernadores de los señores jurisdiccionales, los cuales estaban en Madrid con la realeza», apunta el autor de más de una decena de libros sobre historia de pueblos de la provincia.

Los tres marquesados surgieron en la época medieval y se mantuvieron durante siglos en la Montaña oriental leonesa. Por ejemplo, Ramón Gutiérrez data entre el año 1100 y 1200 la primera presencia de los marqueses de Prado en la zona de Valdetuéjar. Los orígenes de la muria, aunque inciertos y sin fuentes fiables, se ubicarían en algún punto entre entonces y la Guerra de la Independencia que inició la distribución en ayuntamientos. Bajo esta figura, a partir de 1812, las reuniones de los tres pueblos colindantes en la muria se mantendrían durante varias décadas más.

Más antigua que el propio pueblo

En tiempos de aquellos marquesados, tal y como apunta Ramón Gutiérrez, Puente Almuhey no existía como tal y solamente había un asentamiento, en la actual zona de la estación, llamado Polvorinos. En aquel triple punto intermedio, las noblezas querían «mostrar algo para que todos vieran que entraban a su jurisdicción».

Así, los marqueses de Astorga contaban con un hospital para peregrinos, mientras que los de Alcañices tenían la ermita de Las Angustias y el puente medieval que da nombre a la actual localidad de la Montaña oriental. Dos monumentos que, por tanto, en su día fueron propiedad de Almanza. Por su parte, los marqueses de Prado contaban con «una torre medieval en la gran plaza donde se situaba la muria», un mesón y una herrería.

Un ritual que ‘se iba de las manos’

El experto en historia asegura que «el vino era para limar asperezas» y que «antes no se hacía casi ningún concejo sin vino». «El Gobierno de la época lo perseguía porque en los pueblos a veces estaban dos y tres días borrachos en estas reuniones», señala Ramón Gutiérrez.

De hecho, asegura que se llegó a publicar un decreto en el siglo XVIII para prohibir el vino en los concejos por el despilfarro que suponía para las arcas públicas. Un dicho cuenta que ‘donde hay vino, hay alegría’ y, tal y como recuerda la muria a la entrada de Puente Almuhey, debe ser verdad puesto que ayudaba a solucionar aquellos conflictos entre pueblos leoneses en los que lo más habitual eran asuntos de «pastos, arreglos y obras o problemas de la vida cotidiana». Un pasado de entendimiento sobre el cual todavía se puede brindar.
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