21/04/2019
 Actualizado a 12/09/2019
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La vida es un ‘hashtag’. No ya un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción, un sueño… Ni siquiera una tómbola ni un regalo ni una mierda… Todo eso, con mayor o menor contenido, con más nobleza o con más grosería, era un algo que se contaba y se escuchaba contar. Algo que podía compartirse en un momento dado y hacerlo incluso en carne y hueso. Hoy, en cambio, la vida es una etiqueta.

No aspiramos a mucho más. No hay largos plazos ni horizontes lejanos. Nos es suficiente con el hallazgo de un título que resuma todo un tema, que genere un hilo o que se reproduzca sin más miramientos hasta convertirse en tendencia. Eso significa el triunfo. Atrás quedó el teatro y la fabulación, atrás quedaron la cortesía o la rabia que se expresaban con palabras tendidas, atrás quedaron conversaciones y cartas, atrás quedó así mismo, en este mundo digital, el correo electrónico o los muros exhibicionistas. Ésa es, seguramente, la nueva vereda por la que discurren mansas las ovejas eléctricas con las que sueñan los androides. Los de Roy Batty y Rick Deckard aparte, sabrá cada cual qué papel en la novela de Philip K. Dick le corresponde. Y pensemos, de paso, si es posible sintetizar ésta u otra obra similar en uno de esos dichosos ‘hashtag’.

Porque ése es el lado oscuro de la escritura moderna: la no lectura. O su reducción a la misma medida de las etiquetas y sus hilos. Como mucho sus hilos, porque a veces ni eso: según últimas estadísticas disponibles, el 38,2% de españoles y españolas confiesa no leer nunca o casi nunca. Esto por lo que se refiere a los libros, porque si atendemos a las cifras sobre lectura de prensa escrita, descubriremos que son similares a las de 1980: un 26,7% lo hacía entonces, un 26,5% lo hace hoy. Es más, regresando a los libros y a su materia: solamente un 13,7% se detiene en el ensayo. Habrá otras expresiones de ello sin duda, pero ésta es una de las más dramáticas de nuestro ser nacional. Que tampoco difiere mucho de los países que llaman de nuestro entorno.
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