01/09/2021
 Actualizado a 01/09/2021
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Hoy, que gran número de conciudadanos regresarán al trabajo con dificultosa ‘Predisposición al curro matinal’ –(título de un cuadro de Santos Javier que me encanta)–, vespertino o nocturno, quizá sea conveniente recordar lo que, en ‘Una historia del Bronx’ y tras una leve bofetada, de las que Savater diría ‘pedagógica’, le explica Lorenzo (Robert de Niro) a Calogero, su hijo de nueve años, cuando este, deslumbrado por el ‘talento (malgastado)’ del gánster Sonny, le contesta que «todos los obreros («el que trabaja», recuerde) son unos pringados» y el padre le enseña al imberbe: «…No hace falta valor para apretar un gatillo, pero sí para madrugar cada día y vivir de tu trabajo… el obrero es el tipo duro, ¡tu padre es el tipo duro!». Así que no seamos imberbes y, adultos ya, no confundamos la buena vida con la vida buena.

No lloraré, pues, los kiries por el agotado agosto, último mes de masiva holganza, ni escribiré quirie ninguno por el incipiente septiembre; no es para tanto regresar desde la costa, el interior o cualquiera otra correría al (T)tajo ese que si mayúsculo nos lleva y si minúsculo y cotidiano –ah esas pequeñas cosas– nos trae el pan y otros avíos y placeres.

Piénselo, ¿no sería malo en verdad o aún peor no tener a dónde volver, volver, volver, sino al paro otra vez?... ¿Qué? ¿A que no es para tanto?

Y no crea, aunque, por primaveras, como 390.488 leoneses más, ya vivo jubiloso en sábado continuo –lo que no hace que tal vivencia, cual finca expropiable, no sea manifiestamente mejorable– no carezco de diarios tajos y hasta destajos (palabra esta que, para pesar de los sublimadores del mítico soviético Stajánov, ya figuraba en el, hoy, DLE de 1780 y ya aparece en textos desde 1275).

Sí, sí, tajos. Pues desempeño de mayordomo de una exigente y felina marquesa que exige cariños, desayuno y acicalamientos nunca más allá de las 7:30 horas y, a mayores, como vividor en uno de los 4,7 millones de hogares unipersonales que hay en España, he de ocuparme de las labores propias de mi estado, sexo y condición.

Y sí, también destajos. Que no es cosa baladí de continuo albañilear en la inacabable construcción de uno mismo, bregar con los yerros cometidos, enmendar o cargar con los daños provocados en los vividos días y, a la par, intentar cultivar los jardines interiores en los que a ratos aislarse para, en silencio, mejor sopesar el descuadre entre el mundo soñado y este mundo real tan de perrona.

Así que: menos lamento, que ¡han vuelto!

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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