24/11/2020
 Actualizado a 24/11/2020
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Esta misma tarde de domingo, día en que me dispongo a redactar estás líneas, hemos dado cristiana sepultura al que durante muchos años ha sido alcalde de mi pueblo, Quintana del Castillo, Emilio Cabezas Martínez. Ha sido una soleada tarde otoñal, no exenta de tristeza por el vacío que deja. A los numerosos ramos de flores y coronas se unía el melancólico amarillo de la arboleda del pueblo de Donillas, dónde ha tenido lugar su funeral y entierro.

Más de una vez en esta columna semanal hemos criticado y manifestado nuestra indignación por el comportamiento de algunos de nuestros gobernantes, por su arrogancia y vanidad, por su alejamiento de la realidad y de la gente, por su sectarismo y endiosamiento que les lleva a negar al mismísimo Dios y por su afán de imponer una visión laicista de la vida, marginando y atacando todo lo que tiene que ver con los valores espirituales y religiosos en general y por los cristianos en particular

Decimos todo esto precisamente porque Emilio era una persona cercana, servicial, deseosa de hacer el bien a todo el mundo, sin arrogancia ni vanidad. Un alcalde socialista que no renegó de su fe cristiana, ni se avergonzaba de pertenecer a la Iglesia, sin ese complejo rancio y anticlerical de algunos de sus jefes o colegas.

Lo conozco desde la infancia y parece que lo estoy viendo pasar por mi pueblo cada día, desde su pueblo de Castro de Cepeda, siendo un adolescente, en dirección al colegio que la institución Sierra Pambley tenía en Villameca para ampliar su formación, como otros muchos muchachos cepedanos, para lo que se decía serhombres de provecho. No perdió el tiempo.

Digo estas cosas porque he tenido el honor de presidir su funeral con una inevitable sensación de tristeza, haciéndome cargo del dolor de sus seres queridos, pero también con la certeza de que en medio del dolor de la separación hay motivos para la esperanza de que, trassu peregrinación por este mundo, está en buenas manos; porque no hay nada más triste que vivir, y sobre todo morir, cuando no se cree ni se espera en nada.

El gran político y patrono de los políticos Santo Tomás Moro publicó un pequeño libro titulado ‘Piensa en la muerte’. Si pensáramos más en ella y fuéramos conscientes de que el mayor triunfo de cualquier persona es no presentarnos ante Dios con las manos vacías, sino haber hecho el bien a los demás, nuestra vida debería ser diferente. Para Emilio ahora es lo que cuenta. Deseamos que disfrute de la merecida recompensa.
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