24/11/2022
 Actualizado a 24/11/2022
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Suelo escribir estas líneas justo después de comer, cuando el silencio impera en la redacción de este su periódico, pero me han atropellado los acontecimientos y esta semana lo hago mientras se corean los goles de nuestro equipo nacional, a cuyo entrenador le tengo el mismo cariño que a un dolor de muelas, lo que ha mermado notablemente mis ansias futbolísticas. Al ruidoso ambiente del partido y al soniquete de los locutores de continuidad se sumaba el disgusto por las noticias que llegaban del paraíso redipollejo y de sus alrededores, donde la venganza lleva a apuñalar al ganado y las depuradoras están de adorno.
Es por eso que creía que postergar esta vez el momento habitual en el que junto estas letras me llevaría a embestir contra todo lo que se mueve, como por otra parte viene siendo costumbre.

Sin embargo, si hubiese mantenido la rutina habitual, no habría podido narrar la carrera que eché alrededor de las mesas con los brazos en alto cuando me enteré del golazo estratosférico de los que ya son nuestros dos astronautas, los únicos españoles –y los primeros en tres décadas– seleccionados entre miles de aspirantes europeos. No solo sentí orgullo de ser leonés como Pablo y como Sara, sino que me di cuenta de lo necesario que es creer en lo nuestro y ponerlo en valor. Reclamarlo cuando nos lo quieran quitar, pero sin caer en el llanto perpetuo y saliendo al contraataque con todo lo que sabemos hacer, que es mucho.
No debemos olvidar que este golazo estratosférico llega en el descuento del partido que se está jugando por albergar la Agencia Espacial Española. Y nuestros dos astronautas estarán hoy con el presidente aviador, que suele venir a León a dormir el balón con discursos que claman al vacío y levitan sobre la nada sin desbloquear los proyectos pendientes. Pero, por si tuviera propósito de enmienda, cosa que pongo en duda, deberían recordarle que aquí se incubarán y acelerarán proyectos aeroespaciales por obra y gracia europea y universitaria. Y si el discurso de la descentralización no fuese de esos que claman al vacío y levitan sobre la nada, habría pocas dudas sobre la ubicación de la agencia, pero claro, al final dirá que aquí no hay gazpacho.
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