Gari Ferrero: "En las tablas lo quemo todo"

Narrador, cuentacuentos, paramés, ‘editor’, incensador, tabernario, alma mater de la semana cultural de Celadilla..., pero sobre todo, defensor del patrimonio oral y un paisano bien agradecido

D.L. Mirantes
27/08/2016
 Actualizado a 12/09/2019
Gari Ferrero o el incensador en el antruido de Velilla de la Reina. | DANIEL MARTÍN
Gari Ferrero o el incensador en el antruido de Velilla de la Reina. | DANIEL MARTÍN
– ¿De qué pecados te confiesas?
– De casi todos los habidos y por haber.

– De alguno no te podrás confesar.
– De los malos pensamientos porque carnalmente he sido bueno, pero malos pensamientos he tenido.

– Te honra reconocer eso.

– Si quieres verlo así...

– Hombre, se cree que es más pecaminosa la carne.
– No. En la imaginación nadie te corta las alas ni te pone límites. Es donde más se peca.

– Ya sé que hubieras preferido que te confesara el padre Eutimio Martino.
– Por supuesto, pero acabaría yo confesándolo a él.

– ¿Tantos pecados tiene?
– No, pero su vida es mucho más interesante. Yo no podría contarle muchas cosas, pero él a mí sí.

– ¿Y te perdonaría adorar a Genarín?
– Sí, porque él sabe que todo forma parte del carácter jocoso y la sorna leonesa, con el humor ácido que nos caracterizan a los parameses, por ejemplo. En realidad, lo de Genarín no especado, ni religión.

Si no tienes un maestro que te conduzca no vas a ningún sitio, en sentido literario, claro, porque los encuentros de taberna, de corrillo, de filandón, de pueblo y calle, ahí sí se nace– Creencias a un lado, ¿el narrador nace o se hace?
– Se hace. Yo llevo poco tiempo narrando. Pero es cierto que tienes unas pulsiones interiores que mamas en casa y que sí naces con ellas. Pero si no tienes un maestro que te conduzca no vas a ningún sitio, en sentido literario, claro, porque los encuentros de taberna, de corrillo, de filandón, de pueblo y calle, ahí sí se nace.

– ¿Has tenido buenos maestros?
– Sensacionales. En Velilla y Celadilla hay grandes maestros. Amparo, Celerina, divas del optimismo y las ganas de vivir; El señor Marcos, el hombre más gracioso en este erial de humor que es El Páramo; Bonifacio, que solo había leído tres libros (El señor de Bembibre, La Esfinge Maragata y El Quijote), pero se los sabía de memoria; Eliodoro, el pastor y casi un padre para mí; Y por supuesto, mi madre, la gran maestra. Y en el aspecto literario, Miguel Ángel Badeso, que sin él no haría lo que hago.

– Y eso que no es sencillo mantener vivos los pueblos.

– Pero no los mantenemos los que nos hemos ido y hemos vuelto o los que vamos y venimos. Los mantienen los que se han quedado. Se hacen homenajes a gente que triunfa en Madrid o en el extranjero, grandes catedráticos, empresarios, personas de mucho copete fuera del pueblo. Pero para los que se quedaron no suele haber homenajes. En los encuentros culturales de Celadilla, por ejemplo, tratamos de hacérselos, como el que hicimos a todos los que fueron presidentes del pueblo.

– Tú nunca te quedas sin palabras.
– Muchas veces. Pero yo soy un narrador de elaboración literaria. Aunque a mi ‘editorial’ la llamo Poluciones Literarias Leonesas. Me cuesta improvisar porque me gusta profundizar en la psicología de los personajes y cosas como esa no surgen improvisando en un escenario. Por eso cuando subo a las tablas lo quemo todo.

– La mejor forma de improvisar es tenerlo todo preparado.

– Esa es la filosofía que me gusta porque cuando uno sube al escenario, ante todo, lo que tiene que tener es mucho respeto por el que te está escuchando. A mí gusta llevarlo todo hilado y bien hilado.

– Cuánto cuento tienes.
– Muchísimo. Yo vivo del cuento, porque es imprescindible para vivir, pero nunca para engañar.
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