02/02/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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¡Feliz año nuevo! Sé que os felicito con seis días de retraso pero da lo mismo. Acabamos de empezar el año del Señor de 4715. Sí, sí, no me he vuelto loco. Los chinos, que son unos tíos más listos que el hambre están todavía de fiesta celebrando el advenimiento del año del Gallo. Como son tan listos, al gallo le conceden las mismas virtudes y defectos que tiene el animal. Chulo, pendenciero, elegante, envidioso de lo suyo, y muy diplomático, más que nada porque el esfuerzo que tiene que hacer para tener contentas a todas las gallinas... tela de diplomático. Como os digo, estos chinos son, por lo menos, igual de listos que nosotros, que también atribuimos al mentado animal las mismas características sociales y las mismas aptitudes de comportamiento. ¿O no decimos «mira que gallo» cuando vemos por la calle a un elemento guapo, apuesto, pinado como un chopo, que lanza miradas llenas de orgullo y pasión? En el Bierzo, como son medio de todos los sitios, dicen «¡que ‘galleiro’»!, en un tono lleno de admiración.

Uno no sabe muy bien que esperar de este nuevo año nuevo. Seguramente, nada bueno. Lo afirmo desde el cinismo y la desesperanza que dan los años nuevos que he tenido,(lunares y solares), la oportunidad de celebrar. Siempre esperamos mucho y, al acabar, nos damos cuenta que de lo anhelado, nada de nada. La vida, cada año, se comporta de la misma manera, por lo menos con la gente normal, que somos la mayoría. A los ricos y privilegiados les da, siempre, mucho más de lo que se merecen.

Uno cree que este año del Gallo va a ser un año distópico. No os asustéis de la palabreja, que no es para tanto. Significa lo contrario de ‘utópico’. Fue Tomás Moro quién popularizo la palabra ‘Utopía’, cuando contaba como sería la sociedad perfecta y, para nuestra desgracia, irrealizable.

Existe una trinidad de libros distópicos: ‘Un mundo feliz’, de Huxley, ‘Nosotros’, de Zamiatin y ‘1984’, de Orwell. En los tres se describe una sociedad donde un poder omnipotente y omnipresente gobierna la vida de los hombres sin conceder ningún atisbo de libertad individual. Da la casualidad que uno de estos libros, ‘1984’, está siendo un éxito de ventas desde que Trump ganó las elecciones yanquis. La gente, como he dicho antes, no es tonta y se da cuenta de cuales son las intenciones del naranjito que vive en la casa blanca desde antes incluso de que tomase posesión del cargo. Nos espera, para nuestra desgracia, un año preñado de sobresaltos y de vaivenes que acabarán por volvernos locos. Y no tiene maldita la gracia que sea así. Espero que el Gallo ejerza su aptitud diplomática y que consiga que todo esto no se vaya a la mierda por el narcisismo, la intolerancia y el racismo de un chalado al que han votado unos tipos que han sido educados, desde el jardín de infancia, con la estúpida premisa que los blancos de los Estados Unidos son los elegidos de Dios y que su país es el paraíso terrenal.

A los españoles no creo que este Gallo rumboso y peripuesto nos traiga nada bueno. Ahí están los problemas de los catalanes, el paro, la corrupción, la ineptitud de los políticos, el atrevimiento desmedido de los medios de comunicación, la falta de caridad ante los compatriotas que las están pasando más putas que en vendimia, el precio de la luz, del gas, el poder absoluto para destruir de las redes sociales a todo aquel al que les de la gana... Y, sin embargo, este sigue siendo un gran país, generoso y solidario, donde, de vez en cuando, nace alguien como Rafael Nadal que consigue, aunque sólo sea unos instantes, que nos sintamos orgullosos de como somos. Nadal es como Curro Giménez, como ‘El Empecinado’, como Viriato, como los maquis que no dejaban de luchar contra el dictador. Ninguno tenía esperanza de vencer, pero seguían luchando hasta caer muertos. No se rendían nunca. Es un alivio ver que nos queda Nadal para demostrar que este pueblo sigue luchando. Nadal no tiene la clase de Federer o de Djokovic, ni falta que le hace. En un comparación poco acertada con ídolos del deporte rey, Federer sería Messi, Djokovic sería Iniesta y Nadal sería Cristiano. Unos nacen con un don y otros se lo curran. Nadal se lo curra y por eso sus victorias y sus derrotas tienen un mérito enorme. Nadie le regala nada. Compararlo con Cristiano no es, ciertamente, acertado. En su trabajo, puede, pero en la vida, ni hablar. Nadal es el yerno que todas las madres querrían tener, el amigo que todos envidiamos, el tipo que va comprar el pan al despacho de su pueblo después de haber ganado el día antes un Grande; el tipo al que todos nos gustaría parecernos porque no se rinde nunca, porque trabaja de sol a sol con una sonrisa; el tipo que nos hace recordar lo bueno que tenemos en el alma y en el carácter. Por eso nos da esperanzas.

Salud y anarquía.
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