Fundación Cerezales: Lo clasificable infinito

Por Bruno Marcos

Bruno Marcos
03/03/2020
 Actualizado a 03/03/2020
Vista de la exposición en el interior de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia. | JUAN LUIS GARCÍA
Vista de la exposición en el interior de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia. | JUAN LUIS GARCÍA
El poeta portugués Fernando Pessoa dejó escrito en su ‘Libro del desasosiego’, con la firma de su heterónimo Bernardo Soares, que quienes se dedican a clasificar cosas ignoran que lo clasificable es infinito y, por tanto, no puede clasificarse. Entre esas cosas podría estar el espacio que los arquitectos y escultores desean siempre modelar, acotar, clasificar.

La intervención que el artista, también portugués, José Pedro Croft ha planteado en la gran sala de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia pone en juego interesantes cuestiones relativas al espacio, sobre todo si se contempla en relación con el edificio que la alberga. La arquitectura de ese edificio, diseñado por el estudio de Alejandro Zaera Polo y Maider Llaguno, supone algo muy distinto a la tradicional «caja blanca» que durante mucho tiempo ha sido el espacio abstracto e indefinido en el que se instalaban las obras de arte. Esta construcción propone, al contrario, una arquitectura que propicia una relación fluida con el entorno en el que está ubicada, no un lugar cerrado sino abierto a la naturaleza y al medio rural que la rodea. Así las piezas artísticas expuesta allí están también en el medio natural, fuera y dentro a la vez, interactúan con el campo, la naturaleza, la luz natural o el pueblo.

Croft ha colocado a lo largo de su espacio interior varios paneles de gran formato en un equilibrio inestable, inclinados y sujetos entre sí como naipes de una baraja que se tocan en sus esquinas. Algunos tienen una orientación oblicua y otros prácticamente están perpendiculares al sentido de la nave.

En su intervención el escultor portugués parece haber decidido poner en funcionamiento todos los valores contrarios a los de integración y fluidez que mantuvieron los arquitectos a la hora de plantear el edificio. Si Zaera y Llaguno abrieron los pies y el testero —y el techo incluso— mediante vidrios al paisaje, sin limitar siquiera la forma de las ventanas, Croft bloquea la mirada principal, la recorta, la fragmenta, crea otros recorridos visuales, otras perspectivas y usa colores vivos, que no están en ningún elemento del pueblo, de la naturaleza o del edificio; es decir practica el contraste frente a la armonía general.

Los paneles de Croft interviniendo el espacio de la nave expositiva de la FCAYC buscan acotar el aire, producir y clasificar el espacio en un edificio que ha entendido que el espacio es infinito y que propicia vivirlo.
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