11/06/2021
 Actualizado a 11/06/2021
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En la política, como pasa en cualquier otro ámbito, todo tiene un principio y un final. La vida es caprichosa y en ocasiones, en cualquier proyecto que iniciamos, ya sea un matrimonio, un trabajo, un negocio o una carrera política, elegimos el inicio, pero muchas veces, el final nos viene sin avisar, una mezcla de empeño, mala suerte y circunstancias sobrevenidas.

Normalmente, todo el mundo es consciente de ese final menos tú mismo que, en ese instinto de supervivencia que todo animal tiene, te quieres aferrar a una realidad que ya no existe, alargando una agonía que solo hace provocar más sufrimiento.

Hagan memoria de los últimos presidentes del Gobierno de España y de sus últimas etapas, en las que, a pesar de su mejor o peor gestión, parece que todo el mundo está algo cansado de verles la cara, empiezan a ser objeto de mofa y se extiende la impresión de que su proyecto está ya finiquitado.

Reconozco que en muchas ocasiones es muy injusto. Lo has hecho lo mejor posible, te has dejado parte de la vida en el intento, has sacrificado tiempo de estar con la familia, para que, al final, la situación se te vuelva en contra y te quiten de tu puesto sin ningún reconocimiento ni agradecimiento. Es la historia la que, pasado un tiempo prudente, empieza a poner a cada uno en su contexto y reconoce los méritos en unos casos o ratifica la ineptitud en otros.

Cuando has visto pasar muchos gobiernos y si te interesa la política, notas cuando ese final está cerca y en lo que se refiere a Pedro Sánchez y a su gobierno, ha entrado en esa última fase de fin de ciclo a una velocidad récord. El sanchismo está achicharrado y ya pueden hacer malabares, agencias espaciales o ponerse a repartir billetes de 500 euros por la calle, que ya no hay vuelta atrás y es cuestión de tiempo que esa fruta madura, casi pocha, en la que se ha convertido el proyecto de Sánchez, caiga del árbol.

Sánchez lo fía todo a que el maná de los fondos europeos le haga recuperar la confianza de los ciudadanos, pero el cúmulo de despropósitos y la guinda de los indultos a los golpistas independentistas, pueden dejarle con el único apoyo de los más ‘hooligans’ de su partido, ese tipo de personas que seguirían apoyando a Sánchez aunque les estuviese dando patadas en el culo cada 2 horas.

A nivel más local, el Partido Popular de León se dirige hacia un inminente congreso provincial y la cantinela del fin de ciclo se repite. Aquellos que defienden a capa y espada la renovación de cara a la galería, cuando les toca a ellos dejar a otros las responsabilidades orgánicas del partido, miran a un lado y al otro buscando quién es el que tiene que renovarse, porque desde luego ellos «aún tienen mucho que aportar».

Como si de una manada de leones se tratase, el hasta entonces macho alfa, no asume que su tiempo ha terminado y no es consciente de que, o se pone a colaborar con el nuevo ‘baranda’ o ya puede buscar sitio fuera de la manada.
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