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Falas apariencia (II)

16/11/2020
 Actualizado a 16/11/2020
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Además de esas dos ocasiones en las que de camino a Donosti un par de agentes de Policía Nacional me pidieron la documentación hubo otra todavía más surrealista. Fue en la estación de Cuenca, donde iba a pasar una semana en un curso de inmersión lingüística en lengua extranjera. Vamos, que fuimos treinta o cuarenta universitarios de toda España a mejorar nuestra fluidez en inglés, lo que en su día ya me pareció bastante particular. En el tren conocí a mis compañeros de curso y nos sentamos todos juntos para ir preparando no tanto la zambullida en la lengua del Brexit como en la noche manchega. No recuerdo por qué, pero iba repeinado, con camisa y americana, como un maniquí de Cortefiel. A los agentes de Cuenca como a los de Donisti tampoco les encajó del todo mi presencia allí y me tuvieron un buen rato deshaciendo la maleta en una habitación sin ventanas. Menos les encajaría aún que la única camisa que llevaba era la que tenía puesta. Me quedé solo para llegar al hostal donde nos alojábamos y con toda la naturalidad del mundo, al recibirme, lo clavó mi compañero de habitación: «te pararon por ir de pijo».

Y si algún colega me está leyendo, que reniegue sin pudor ninguno del oficio porque, sin ser ninguna aventura, más fastidio que otra cosa, en el vecino Marruecos tampoco les encaja del todo que un periodista vaya de viaje por ocio. La primera vez me tuvieron un rato esperando en otra fila antes de cruzar la frontera y después de que prometiera que no estaba allí para publicar nada. No aprendí la lección y hubo una segunda vez. Al principio pensé tirar de mi experiencia intentando hacerme pasar por empleado de Mercadona, pero no me atreví y, al final, lo peor no fue entenderme con el amable funcionario del control, sino el vacío de mis amigos, que hartos de «esperar por Tintín» se fueron al riad sin mí. No pude objetar nada cuando me recibieron una hora más tarde: «te pararon por ir de Kapuściński».

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