Evasión y regreso

Bruno Marcos hace esta reflexión a propósito del libro de Ana Flecha 'Dos novelitas nórdicas' que se presenta este viernes en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia

Bruno Marcos
04/09/2020
 Actualizado a 04/09/2020
La escritora y traductora Ana Flecha presenta su nuevo libro en Cerezales.
La escritora y traductora Ana Flecha presenta su nuevo libro en Cerezales.
Cuando uno empieza a leer ‘Dos novelitas nórdicas’ piensa que se trata de dos libros de viajes presentados como relatos. Efectivamente los viajes producen relatos, narraciones de los hechos que acontecen al que se desplaza y la descripción de las sensaciones que le producen la nuevas impresiones. Todo el mundo en cuanto puede le cuenta sus viajes al primero que le presta sus oídos.

Creemos que el viajero tan sólo quiere ver algo diferente pero es muy probable que en realidad lo que desee es ponerse unos ojos nuevos y con ellos vislumbrar no otro mundo sino otra vida, fantasea con inaugurar otro territorio como inauguró su propia vida, con reproducir la fascinación que experimentó en la infancia y la adolescencia al descubrirlo todo pero ya con la lucidez y la experiencia del joven o el adulto. ¿Y si coincidiesen la plenitud física de la juventud con la sabiduría de la madurez en un momento concreto?, se preguntaba Scott-Fitzgerald poco antes de fabular la extraña historia de Benjamin Button que nació viejo y rejuveneció hasta que su mente y su cuerpo se encontraron en el mejor momento de ambas… El viajero desea descubrir el mundo en otro lugar como lo hizo de niño pero con la consciencia del adulto y no repara en que tal vez sean incompatibles fascinación y sabiduría. Muchas veces el relato del viaje consiste en un preciso duelo entra ambas.

La protagonista de la primera de estas piezas no está dispuesta a permanecer en un lugar carente de interés y abocado a desaparecer en el que no se puede ya siquiera ser enterrada y se va, pero vuelve para dar cuenta del hundimiento de la pequeña isla en la que nació, de cómo todo lo que fue su pasado se va ocultar bajo el agua del hielo que se derrite en los polos debido al calentamiento global e intenta preservar su recuerdo, lo cual supone un viaje al mismo sitio, el regreso al punto de partida, un regreso que ha de precisar de los ojos de otros para volver a descubrirlo. La isla es el pasado de todos y son los habitantes los encargados de crear una especie de arqueología para el futuro incorporando materiales personales a un archivo colectivo.

La segunda se presenta en forma de diario, escrita en primera persona y estructurada por meses registra la estancia noruega de la autora en clave autobiográfica y plasma una transformación de lo extraño en cotidiano mediante la aparición de personajes apenas dibujados que le dan un provisional amparo frente a la sensación de un tiempo vivido que no dejará huella. «Pienso que cuando me haya ido será como si nunca hubiera estado».

Estos dos escritos no son relatos de viajes porque se ubiquen en lugares alejados, en el desconocido norte, porque cuenten con el atractivo de un insólito exotismo —todo lo contrario a lo que atrae a viajeros o turistas convencionales— sino porque su tema es el deseo de huir, de evadirse, la sensación de extrañeza en el origen y en el destino y la experiencia de regresar. En estas novelas que se presentan con frescura juvenil y claridad lo que se nos plantea es algo bastante serio, no ya el drama pero sí el conflicto entre el deseo de evasión y el desarraigo, la huida, la orfandad, la desaparición del origen y lo problemático del regreso.
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