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Está la gocha mal capada

26/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Está la gocha mal capada y eso que andamos en víspera de las fiestas del pueblo. La culpa la tienen las otras, las de San Antón, cuando pensamos que un milagro del santo nos iba a llenar la pocilga para tener buenos solomillos a los que hincar el diente ahora que vienen días grandes, y no hemos tenido ni que estirarnos para coger los chorizos del varal. La cosa es que en este pueblo mío, que somos muy de fiestas, ya tuvimos unas cuantas celebraciones en enero y entre ellas las del patrón de los animales. Poco se habla en estos tiempos de milagros, que dicen que no existen, pero el bueno de Enrique bien pensó que el mismísimo santo se había puesto en su camino cuando se disponía a ir a casa a cenar el día de San Antonio. Al llegar al callejón de la iglesia vio un bulto tras ella que le pareció un perro, pero «¡ay, Dios mío, que aquello era un gocho!». Carrera para arriba, carrera para abajo y con él para la pocilga de la suegra. Ávido compró pienso y ya disfrutaba con el engorde del gorrino. «¡Alabado sea San Antonio!». Ya nos limpiábamos todos los bocinales pensando en el matarile del animal cuando ni milagro, ni santo... ni gocho. Llamaron al timbre. Aquel animal tenía dueño y bien nos pareció que también tenía cuernos por la embestida del disgusto. De nada sirvieron las carreras hasta que entró a los toriles, ni los capotes del cuñado de Enrique para que entrase a chiqueros. Ni verónicas, ni chicuelinas. Ni orejas, ni rabo. Quién nos iba a decir a nosotros que lo único que íbamos a torear este año iba a ser un gocho.
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