"Es hermoso que la muerte pueda alumbrar un proyecto"

Nuria Giménez Lorang acude este martes al Musac para hablar sobre el proceso creativo de ‘My Mexican Bretzel’, uno de los grandes fenómenos que brindó el cine español el año pasado

L.N.C.
26/10/2021
 Actualizado a 26/10/2021
Una imagen de ‘My Mexican Bretzel’, un trabajo a caballo entre la realidad y la ficción, que obtuvo tres premios Gaudí. | L.N.C.
Una imagen de ‘My Mexican Bretzel’, un trabajo a caballo entre la realidad y la ficción, que obtuvo tres premios Gaudí. | L.N.C.
Este martes continúa en el Musac la programación del Grupo de Diálogo sobre Cine Contemporáneo (GDCC), un espacio para el visionado, intercambio, análisis y producción de información acerca del cine y vídeo contemporáneos abierto a todo el público interesado. La sesión de este mes se centra en‘My Mexican Bretzel’ (2019), película en la frontera entre la realidad y la ficción que nos acerca a la historia de Vivian Barrett, una mujer acomodada, a través de su diario íntimo y de las filmaciones caseras realizadas por su marido entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado. La película es un viaje de ensueño a través de la vieja Europa con los sentimientos a flor de piel, a la manera de los grandes melodramas de Douglas Sirk o Todd Haynes.

La directora Nuria Giménez Lorang comenta acerca de ‘My Mexican Bretzel’ que "esta película nace a raíz de una muerte. Me parece hermosa la idea de que la muerte, con toda la tristeza y el dolor que conlleva, también puede dar a luz a un nuevo proyecto, a una nueva vida. Mi abuelo, Frank A. Lorang (India, 1913 – Suiza, 2010), tenía medio centenar de bobinas de 8mm y 16mm con imágenes increíbles que había filmado él en los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado. A pesar de tener buena relación con él, nunca mencionó la existencia de ese material. Todos esos kilos de celuloide en los que él había atrapado pedazos de vida, infinitas historias, y momentos fascinantes pasaron cuarenta años en la oscuridad de su sótano. Casi un año después de que hubiese fallecido, acompañé a mi madre a Zurich, donde él había vivido gran parte de su vida, y allí encontramos las latas, perfectamente apiladas, ordenadas y etiquetadas. Yo me sentí como un pirata que encuentra el tesoro. Sin saber ni lo que contenían ni en qué estado estaban, sentí gran entusiasmo y una curiosidad casi dolorosa por saber lo que escondían. Así que las cargamos en el coche y nos las llevamos hasta Barcelona, donde vivimos.

El cine digital es muy ligero, pero el analógico pesa lo suyo. Y más si vives, como yo vivía entonces, en un sexto piso sin ascensor. Subí todas las bobinas y luego las fui volviendo a bajar para llevarlas a digitalizar en lotes de dos o tres. Siempre que iba a recogerlas, volvía casi corriendo a mi casa para ver el resultado.

A medida que fui descubriendo las maravillas que allí había, tenía cada vez más claro que iba a hacer algo con ellas. Intuía que en algún lugar de ese material se ocultaba una historia de varias capas, aunque desconocía qué forma final iban a adoptar. Pensé que el mejor modo de descubrirlo era dejarme llevar por las imágenes y disfrutar de la gran oportunidad que se me brindaba al poder trabajarlas con total libertad.
Como por arte de magia, dar una nueva vida al material que filmó mi abuelo hizo que muchas otras cosas y personas extraordinarias cobrasen vida también. Y por ese regalo impagable, a él, a mi abuela y a mi madre les estoy eternamente agradecida".

Nuria Giménez Lorang nació en Barcelona en 1976. Estudió Periodismo, Relaciones Internacionales y Realización de Cine Documental. En la última década, ha ido ampliando su formación en seminarios y clases magistrales de varios cineastas, entre otros Isaki Lacuesta, Andrés Duque, Virginia García del Pino, Sergei Dvortsevoy y Mercedes Álvarez.
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