'¿Es el enemigo?'

19/08/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Gila, el autor del mítico monólogo que titula esta columna, nos enseñó que el humor es lo que pone en marcha el mundo, sobre todo después de un frenazo, como el de este jueves en Barcelona. Que reírse, con normalidad, hasta de las desgracias es sano, terapéutico. Y un profesor de la universidad nos hablaba de la voracidad inmediata de los medios de comunicación por contar todo al instante, eso causa una avalancha de información que desinforma más de lo que informa. No voy a hacer más chistes que el que encabeza estas líneas, pero sí que voy a contarles a través de los ojos de Rebeca Nieto, una de las turistas que intentaban ‘desconectar’ esta semana en la ciudad condal, y que terminó conectando con las mayores bajezas y a la vez, desde ayer, con las mayores fortalezas del ser humano, lo que fue estar con los pies sobre los adoquines de Les Rambles la tarde del 17 de agosto. Al fin y al cabo lo más contextualizador, informativo.

Para que se hagan una idea, ¿alguna vez les han preguntado qué hacían ustedes cuando Iniesta marcó el gol que nos coronó como campeones del mundo? ¿Lo han olvidado? Yo no. Lo recuerdo con todo lujo de detalles. Así es como van a recordar los viandantes de Barcelona y Cambrils esa tarde. Quizá peco de frialdad, pero desde que una llamada me dijo que pusiera la radio, que acababa de pasar algo en Barcelona, no apagué la radio de mi coche, ni a la hora de cenar la televisión, ni siquiera he dejado escapar ningún periódico esta mañana, pero ‘ojos que no ven, corazón que no siente’.

Pero esta mañana he hablado con una amiga que estuvo allí, y sí, entonces pude ver a través de sus palabras cómo una furgoneta atravesaba Les Rambles, con dos coches de policía tras ella. En 3D, Dolby Surround, y hasta con palomitas.

"Ufff… he contado esto ya tantas veces. Nosotras veníamos de comer. No me acuerdo de las calles. Solo la de la cafetería donde estuvimos encerradas, porque tuvimos que llamar a la policía. Era la calle Tallers número 7. Estuvimos cinco horas. Daba justo a Las Ramblas. Íbamos a cruzar a la altura de un quiosco, no recuerdo cual, ¿sabes? Es que no hemos vuelto por ahí. Justo íbamos a cruzar y había un coche negro (ríe), nunca jamás me voy a olvidar de ese coche, y paramos para que pasara ese coche. Y justo en ese momento vimos bajar a la furgoneta a toda velocidad, con dos coches de la policía detrás. Y justo a la altura de ese quiosco vi como atropellaba a un señor, se lo llevaba literalmente por los aires, saltaba por los aires a la vez que todos los periódicos del quiosco ¿sabes? y los tenderetes. Miré a la izquierda y vi a toda esa gente que bajaba corriendo y gritando, y en ese momento llamé a mi prima ¡Corre! ¡Un atentado terrorista! Pero mi prima no estaba, se había quedado en el cruce, parada. Volví sobre mis pasos, porque no me oía, fui a buscarla y la gente venía en dirección contraria. La cogí del brazo, y le dije ¡corre! Pensé que detrás de toda esa gente había un terrorista, porque escuchamos tiros. No sabes de donde vienen, o qué hay, solo ves a gente dar gritos. No ves a absolutamente nada más. Y nos metimos en esa cafetería. Les dijimos a las camareras ¡bajad todo, que es un atentado terrorista!, porque pensábamos que venía un terrorista. Y las chicas la verdad que fueron súper majas, les doy mil gracias. Cerramos las verjas, las salidas de emergencia… y ya empezamos a llamar a las familias, a avisar a todos, a decirles que no se preocuparan que estábamos bien. Y a los diez minutos empezaron a salir las noticias. Nos enterábamos de todo por el móvil, no había televisión, ni casi cobertura. Y encima después llegaba información de todo tipo, cada persona nos decía una cosa. De que había unos terroristas encerrados en un restaurante turco, y justo lo teníamos delante, pero no era ese. Escuchábamos estampidas, golpes en las verjas… no sabíamos qué hacer y llamamos a la policía. Nos dijeron que podíamos salir, pero cuando fuimos a salir había un policía que nos dijo que no nos recomendaba salir. Ya eran las siete, y nos volvimos a encerrar en la cafetería. Y sobre las diez, una de las chicas ya se quería ir, porque estaban evacuando Las Ramblas, y ya nos escoltaron hasta el final de calle. Después tuvimos que rodear el cordón policial para volver a casa, y nos dejaron pasar enseñando el DNI y mostrando el domicilio. Ahora estamos más tranquilas, pero es que no sé… no te lo acabas de creer. Estuve a un cruce de cruzarme con la furgoneta. Pero ahora Barcelona está normal, la gente pasea, toma algo en los bares, pero se nota que hay mucha menos gente", cuenta Rebeca Nieto.

Y es eso lo que se debe hacer en estas situaciones, causar el efecto contrario al terror, pero siendo conscientes de que no estamos en Narnia.

@marcosyebra
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