27/06/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Todos habéis escuchado mil veces la frase «no es más tonto porque no se entrena». Pocas decimos tan ciertas y ecuánimes. Tenemos miles de ejemplos de que es verdad con sólo salir a la calle o leer los periódicos. Cagarla es algo inherente a la condición humana y se ha hecho desde el principio de los tiempos, cuando Adán se dejó seducir por las curvas de Eva y comió de la dichosa manzana.Adán tenía una excusa (Eva estaba más buena que el queso de Gabino) pero los hombres en general y los que se dedican a la cosa pública en particular, la fastidiamos, la mayoría de las veces, porque somos tontos. Como ejemplo tengo que contaros que la avenida de Sáenz de Miera está cortada desde el inicio de las fiestas hasta después de San Pedro. Si tenemos en cuenta que en esta calle está situada la Estación de Autobuses, supondréis el atasco que se forma en las adyacentes, (avenida de la Facultad, glorieta de Guzmán, calle Astorga, etc). Los autobuses, tanto los de línea como los municipales, llegan y salen con retraso. El otro día, sin ir más lejos, un servidor tenía consulta con el traumatólogo en el hospital y, ¡claro!, llegó tarde. No hubo problemas, porque ya me considera de la familia, pero, ¡hombre!, llegar tarde al médico, cuándo en teoría te sobra tiempo, es lo último del credo. En la citada avenida, están también los edificios de los bomberos y de los juzgados. ¿Os imagináis que se produce un incendio en la carretera de Vilecha y que los bomberos tengan que dar un rodeo para no pasar por delante de la feria? Porque todo el problema es que han colocado la feria entre el pabellón de deportes y el campo de fútbol. Menos mal que a estos lumbreras les queda un avance informativo para largarse a su casa. El miedo que me da es que los próximos inquilinos de los sillones municipales sean tan tontos o más que estos. No lo quiera Dios.

Además, y es lo más increíble, todavía no se han dado cuenta que las verdaderas fiestas de la ciudad son las de San Froilán. Estas de San Juan y San Pedro están bien para los chavales, pero para poco más. Encima, en la feria o sus alrededores, no hay ni un triste concierto, ni una verbena. En fin, déjalo pa prao, Vicente.

Ya llega el verano y con él la tranquilidad y las cervezas frías en las terrazas con los amigos. Sería muy bueno que todos nos relajáramos y que viésemos la vida con pausa y sosiego. Nos lo merecemos después de toda la avalancha de elecciones que hemos soportado y de los subsiguientes pactos de los que hemos sido testigos en la televisión o en los diarios. Algunos de ellos me recordaron el que firmaron los fascistas alemanes con los comunistas rusos justo antes de comenzar la II Guerra Mundial. Ese pacto fue, sin duda, contra-natura y acabó como todos sabéis: a tiros. No es bueno, no, juntar, en un mismo corral, al zorro con las gallinas. Y es lo que han hecho nuestros insignes tontos en muchos ayuntamientos, comunidades autónomas y, esperemos, no lo logren hacer en el gobierno nacional. Quiero ser optimista, pero me temo que me llevaré una decepción. Sánchez firmará lo que le pongan por delante para seguir siendo presidente del Gobierno. Llegado el caso, tengo más claro que la luz bendita de que no dudaría en firmar acuerdos de gobierno hasta con VOX. No lo hará, por supuesto, porque no lo necesita. Tiene cola delante su despacho de la Moncloa. Los vascos, los catalanes y los de Podemos estarán encantados de recibir algo, aunque sólo sean las migajas que les corresponden por su apoyo.

No tengo nada contra los que votan a Podemos. Algunos de sus votos provienen de mi familia, así que... Pero no comprendo cómo unos hombres que llegaron como los salvadores de la patria se pueden vender por una secretaría general. Sus dirigentes no entienden que como mejor podrían regenerar algo sería no tocando poder. Y sí ser, en cambio, la mosca cojonera que no para de dar la paliza, denunciando agravios, sirviendo de altavoz de las injusticias, impidiendo que el resto de la tropa parlamentaria haga los habituales chanchullos que, por desgracia, casi siempre quedan impunes. El asunto es que cuando alguien, por muy buenas intenciones que tenga, toca el poder, se olvida de lo dicho y se convierte en uno de tantos. Iglesias está obsesionado por cambiar la sociedad desde dentro y ahí radica su error. Al poder sólo lo puede cambiar el pueblo. Ese movimiento tiene que ser de abajo hacia arriba y nunca, nunca, de arriba hacia abajo. Desde el poder se quiere mantener el status quo, cueste lo que cueste. Iglesias no se da cuenta de que, entrando en el gobierno, aunque sea desde una secretaría general, se está convirtiendo en uno más. Se está convirtiendo en otro tonto que no se entrena.

Salud y anarquía.
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