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Entre vuelos y medallas

16/06/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Aunque andemos en luna llena (¡zape!) y la primavera siga repartiendo generosas alergias y las agencias se hayan puesto a trabajar en aquello que, al decir de un lema publicitario de hace unos años, es lo único serio que hay que plantearse, es decir, las vacaciones (¿barbaridad? Hagan un sondeo encubierto entre sus amistades y ya verán, ya verán), estos días siguen teniendo mucho de normales, de vida y de muerte, de balances y de lamentos, de homenajes y campañas, de recuerdos y de proyectos.

Han levantado vuelo llamados por la Hermana Muerte, entre otros, Mons. David Arias, religioso agustino, obispo auxiliar ya emérito de Newark, a escasos kilómetros de Nueva York, natural de Mataluenga, rozando los 90 años, defensor ilustrado de lo hispano en la vida social y cultural estadounidense; y D. Evasio, no necesita apellido, el hombre bueno, creativo, sumergido en la Pastoral de la Salud y en la ‘Frater’ de Enfermos y Minusválidos, que hizo de su casa en Barrientos un verdadero Museo de la Madera; y D. Diego Miñambres, zamorano de nacimiento (Villarrín de Campos) y desde 1963 párroco de Faramontanos de Tábara y alrededores, a los que se entregó con sencillez y calidad; y D. Antonio González, de Prioro, a quien tocó llorar ante el espectáculo de la voladura de su iglesia y de las casas de sus feligreses en Riaño, en julio de 1987, experiencia que enriqueció en santidad su vida anterior y posterior; y D. José Beltrán, de Marzán, formado en Astorga y eterno párroco de Barrio de la Puente, ya en León, apegado a sus orígenes que, mientras pudo, no quiso abandonar, tan sordo como listo, o sea, todo. Y el hermano marista Tomás Higarza (‘el hermano Tomás’), de Teverga (Asturias), padre y pastor de los jugadores y aficionados al balonmano, con 91 años bien llevados y bien invertidos, leonés de adopción desde 1963 y aun antes.

En otro sentido, el Ayuntamiento pepero de Astorga, acaso en sus estertores finales, ha concedido la Medalla del Bimilenario de la ciudad a dos clérigos de hacer y callar, como son D. Marcos Lobato y D. Miguel Sánchez, «por sus múltiples servicios prestados» en sus larguísimos cargos uno de Vicario general y otro de Deán de la Catedral. Entiéndase que el reconocimiento va mucho más allá que a sus personas; repásese lo que ellos dijeron en sus parlamentos de recepción del galardón y verán. Algo así merecerían del respectivo de León los HH. Maristas (¡cien años desasnando leoneses!) y los salesianos del Centro Don Bosco, con 50 años en las periferias. ¡Gracias!
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