Entre un marqués y un pastor... cien años

Un siglo de vida en los pueblos del Parque Nacional de Picos de Europa dan para muchas historias y personajes. Buena parte de ellas las recoge el libro que el domingo ofrece La Nueva Crónica a sus lectores,‘Ciento y Picos’, que se presenta este viernes (13 horas) en la Diputación

L.N.C.
13/12/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Dos de los vecinos más populares de Posada, José y Amadeo, ‘los mellizos de Valdeón’. | EDUARDO MARGARETO (ICAL)
Dos de los vecinos más populares de Posada, José y Amadeo, ‘los mellizos de Valdeón’. | EDUARDO MARGARETO (ICAL)
Repasar las singulares biografía del creador del Parque Nacional de Picos de Europa (entonces llamado Montaña de Covadonga), Pedro Pidal el Marqués de Villaviciosa, y la del lugareño que le acompañó en la primera ascensión al Naranjo de Bulnes, Gregorio Pérez el Cainejo, nos da una idea de la cantidad de personajes e historias que encierra el libro que domingo día 16 ofrece La Nueva Crónica de León, titulado 'Ciento y Picos' y que conmemora los 100 años del Parque con la mirada puesta en los personajes que lo habitaron y habitan, ya que el libro ‘viaja’ desde El Marqués, como creador, hasta El Cainejo, como prototipo del habitante de estas tierras, de estos pueblos, en los que la vida no era nada fácil, de ahí aquel dicho que decía de sus vecinos que «los cainejos no mueren, se despeñan».

En medio las historias de las gentes y sus oficios; de aquellos primeros visitantes, unos tipos también extraordinarios y singulares; de las mujeres, entre las que estaban las pioneras de la montaña; de los primeros guías, verdaderos sherpas para los visitantes; de los refugios; de los indianos como Félix de Martino, que creó en Soto de Sajambre las primeras escuelas rurales con una dotación de medios similar a las de los países más adelantados de Europa y siguiendo las directrices de la Institución Libre de Enseñanza; aquellos pastores de Valdeón que en número de más de 200 se fueron a Estados Unidos a hacer fortuna; de los pastores de aquí; de las mujeres que comercializaban la tila... un mundo.

Como un universo singular es la vida de Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós. Este marqués era otra cosa, seguramente inclasificable. Asturiano y patriota hasta el punto de que el detonante de subir al Naranjo era evitar que el primero fuera un extranjero; noble y amigo de disfrutar de la compañía de pastores; cazador empedernido y bautizado como el primer conservacionista; político de brillante oratoria y defensor de sus creencias hasta más allá de lo imaginable (al menos en aquella ocasión que en medio de su discurso sacó la pistola y apuntó al banco azul); capaz de viajar por media Europa buscando las mejores cuerdas para escalar ese Naranjo de Bulnes en el que plantó sus sueños para llegar a la base y encontrarse que el pastor leonés que le iba a acompañar aparece en madreñas y le dice que «mejor subimos descalzos»; un paisano enorme —medía caso dos metros— que no dudaba en pintarse los labios con un llamativo carmín rojo porque le protegía de los cortantes aires de la montaña. Excelente deportista, tanto que fue quien ganó la primera medalla olímpica para España…

Y muy asturiano, tanto que llegó a pedir exención de impuestos para la sidra, explicando con detalle en las Cortes las virtudes de la bebida asturiana, las espichas y su abundante presencia en las fiestas... Su encendido discurso finalizó con lo que podría considerarse un intento de soborno a cara descubierta, pues afirmó Pidal que «regalaría un barril de la mejor sidra asturiana a los diputados que secundaran su propuesta». No consta el resultado de la votación pero sí que presumía de sacar adelante la mayoría de sus propuestas.

Este personaje, que pagó de su bolsillo buena parte de las nóminas de los primeros guardas de Picos, tenía claro que jamás llegaría a la cima del Urriello sin la compañía del paisano se Caín, al que entonces llamaban Gregorio El Atrevido. El apodo lo dice todo. Jamás le restó méritos el Marqués a Gregorio, incluso lo dejó escrito en el relato de la ascensión : «El Cainejo tomó la delantera, lo más difícil, y yo seguí de cerca, poniendo los pies y las manos donde él había puesto los suyos, y así fuimos trepando un buen trecho»...

Pues, entre ellos dos, cien años de tipos singulares, como ellos mismos.
Archivado en
Lo más leído