Entre la "incredulidad" y el "miedo": un año del confinamiento que paralizó León

365 días después del estado de alarma que nos obligó a quedarnos en casa para luchar contra el coronavirus, el confinamiento sigue presente en la memoria de los leoneses

Cristina Centeno
14/03/2021
 Actualizado a 14/03/2021
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«En el día de hoy, acabo de comunicar al Jefe del Estado la celebración mañana de un Consejo de Ministros Extraordinario para decretar el estado de alarma en toda España durante los próximos quince días». Con esas palabras, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba el 13 de marzo de 2020 lo que estaba por venir. Fue una jornada después y hace justo 365 días cuando se ordenó el confinamiento domiciliario de toda la población para frenar el avance de la pandemia y que el Covid-19 no desbordara el sistema sanitario. Un periodo que «nos cambió la vida» y el comienzo de una lucha que todavía continúa. Las calles se vaciaron, todos los negocios excepto los esenciales bajaron la trapa sin saber cuándo la volverían a subir y, de puertas para dentro, el encierro cambió la forma de trabajar, la educación y las relaciones sociales.

Un año después de que la pandemia nos obligara a quedarnos en casa, esos días continúan en la memoria de los leoneses. «Fue una situación que nadie esperábamos, se veía venir por las noticias que llegaban, pero hubo mucha incertidumbre porque cada uno decía una cosa y fue un poco caótico», cuenta Fernando Sánchez, un trabajador de banca que, desde entonces, no ha dejado de teletrabajar. Hubo mucha «incredulidad», que pronto se convirtió en «miedo». El único momento para tomar el aire era ir a hacer la compra o sacar al perro sin apartarse demasiado del domicilio. «Salías a hacer la compra al principio con una psicosis horrorosa, llegabas a casa hecho polvo», asegura María Jesús Alonso. En los supermercados seguían trabajando personas como Verónica Fernández, una leonesa que recuerda que «el problema era que no sabías lo que podías llevar a casa».

Mientras, entre cuatro paredes, el bombardeo de información sobre contagios y muertes acrecentaba el temor a la situación. «Yo no podía escuchar las noticias ni ver la tele, parecía increíble lo que oías todos los días, fue un momento muy duro porque parecía tremendo que cada número fuera una persona que no estaba, una familia rota, fue muy duro y que psicológicamente nos va a pasar una factura importante, económicamente ya nos la está pasando y va a ser un cambio absoluto en la sociedad», cree Estela Fernández. Ella fue de las personas que tuvo la «suerte» de haber vivido el encierro en el pueblo, «un refugio importante y tranquilo, donde podíamos salir a pasear». Ese respiro lo celebra también Óscar Valbuena, un profesor que pudo «tomar el aire» en el jardín de su casa en un momento «jorobado» principalmente por lo «complicado» que fue adaptar el sistema educativo a la metodología ‘online’.



«Fatal», «malamente», «un infierno», «desolador», «fastidiado» o «agobiante» son algunas de las palabras que más utilizan los leoneses para referirse a aquellos momentos y a lo derivado de entonces, que seguimos sufriendo un año después.

Lo que empezó siendo un confinamiento de catorce días fue sumando semanas. Para hacerlo lo más llevadero posible, tocaba buscar refugio. La cultura, las nuevas tecnologías, la cocina, el deporte y el momento del aplauso a los sanitarios y trabajadores esenciales, que convirtió las 20:00 horas en el único rato de sociabilización del día. «Los medios digitales nos han salvado un poco del aislamiento y con las videollamadas pudimos hacer algo de vida social», recuerda Fernando Sánchez. María Jesús, por su parte, optó por la lectura al igual que Mariflor Espada, que «tenía todas las horas controladas». Ella pasó el virus en casa y estuvo «bastante mal», pero «gracias a Dios» ya goza de buena salud y supo de su contagio cuando «empezamos a salir y me dijeron que me hiciera la prueba», recuerda. «Malísima» y «sola en casa», organizó su tiempo y «me levantaba, hacía las cosas normales de una casa, luego me ponía a hacer crucigramas, leía que me compré un montón de libros, luego por la tarde veía un poco la televisión y así fue pasando, hasta que por fin pudimos salir a la calle», rememora aliviada. Carlos de la Torre, por su parte, aprovechó para «estudiar idiomas, que me gusta», él está parado en la actualidad y la pandemia le pilló en León, a donde regresó una temporada del extranjero, donde residía. Estudiante de Biología, además de las clases ‘online’, «que fueron un poco locura», Paula Monte pasó el confinamiento junto a su pareja y haciendo «deporte en casa».

Al drama social se unía el económico en la familia de esta joven y en la de otras personas como Paquita Marcos, una hostelera que lo ha pasado «bastante mal» porque tenía un bar que «hemos cerrado hace poco porque casi después de un año no se podía seguir manteniendo», por lo que ha sido «muy agobiante», lamenta.

La vida siguió aquellos meses sin gente en las calles y Celia Lorenzana tuvo un nieto en Burgos al que no pudo conocer hasta el verano, eso fue «lo más duro». Lo dice con el niño y su hija de vuelta a León y con la esperanza de que todo esto «vaya mejorando en todos los sentidos». Un año después la batalla no ha finalizado y «hay ganas de que pase», aunque «nada que no se pueda superar», porque lo importante, como dice Tomás Villanueva, «es que sigamos por aquí todos», recordando también a las miles de personas que se han ido.
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