30/01/2015
 Actualizado a 08/09/2019
Guardar
Ya ha pasado casi un mes del año nuevo y no nos hemos enterado; parece que las fiestas fueron antes de ayer, que los buenos deseos se han desvanecido mucho antes de lo esperado; que los propósitos de enmienda, (dejar de fumar, hacer ejercicio, ahorrar), duraron lo que dura un cubo de hielo en un ‘whisky on the rock’... El tiempo, Sancho, va demasiado aprisa.

Enero está casi acabado, pero todo sigue igual que el enero anterior. La gente, todos nosotros, pasamos por la vida de refilón, intentando que lo que ocurre a nuestro alrededor no nos toque y nos manche. Pero todo es lo mismo; la vida se parece, como un calco, a la película aquella del ‘Día de la marmota’. Todo se repite... Enero ha perdido, por San Vicente, un diente, pero las montañas están, como en la canción, nevadas. Los muertos, por lo de la gripe y eso, casi no dejan sitio en los diarios para otras noticias. Lo de Siria y lo de Iraq ya no merece ni un comentario. La nave que Siryo B tiene aparcada en la cara oculta de Io, una de las lunas de Júpiter, está en Defcon 3, pronta para llegar a la tierra y rescatar a los supervivientes de la debacle que está a punto de suceder (el reloj del apocalipsis a adelantado un minuto y está a tres de la hora final).

Y, sin embargo, la vida sigue. Los chicos vuelven a hacer cabriolas con el patinete en la catedral, los viejos y desocupados andan desde la plaza de toros hasta San Marcos; el día menos pensado, sin darnos cuenta, los narcisos saldrán en Riaño. La vida sigue. Aunque estemos hartos, que los estamos, no podemos rendirnos.

Uno, en su pequeñez, sigue leyendo mucho menos de lo que le gustaría, sigue deseando a casi todas las mozas que ve por las calles y que, seguramente, ni se fijen en él, sigue cumpliendo con una de las obras de caridad más importantes, dar de comer al hambriento, sigue disfrutando de la maldición divina del trabajo, y está, como casi toda su prosaica vida, sin un duro. Sé que os importa un huevo todo lo que os he contado, pero me da lo mismo. Os aguantáis. Tengo la gran suerte de poder contar mis paranoias, casi como los políticos, que están empezando a calentar motores ante la avalancha de elecciones que nos vienen encima. Ya sabéis su canción favorita, y la mía: «Vamos a contar mentiras, tranlalá».

Salud y Anarquía.
Lo más leído