En paralelo, la/él cobra

04/05/2021
 Actualizado a 04/05/2021
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Y allá a lo lejos, fuera de la cartografía berciana conocida, como sepultado en un rincón cómodo desde el que permanecer distante, aparece ese camino en forma de serpiente (por tener perfil , cabeza y lengua de reptil) que cursa paralelo al que sentencian nuestros pies, más escarpado, difícil y estrecho. Por la senda de la cobra –animal y no verbo en tercera persona singular, aunque aclarar el equívoco hace pensar que también funciona esa acepción-, caminan en avalancha los de los trajes a medida que, aunque humanos por definición, no parecen ser más que máquinas de amasar fortunas. Hablan en un idioma extraño, sin mirarse y solo se entiende el balbuceo conjunto de «un respeto, me ofende, yo pagué mi master». Siguen como tentetiesos, al límite de una gravedad que parecen saber que no podrá con sus cuerpos estudiados y se centran en su mensaje salido de una facultad de psicología «libertad, es ahora, el cambio, sí se puede…». Vamos,que la RAE tiene un filón en ese camino para desentrañar la unión de palabras que casi siempre navegan entre la nada y el doble sentido, pero que, desde la senda enculebrada parece ser un paso más hacia el ensanchamiento de la consabida cabeza del reptil. Ahí y solo ahí, hay un espacio temporal de encuentro entre cobra y tierra. Es donde se crean nudos en la garganta cuando el engaño es difícil de tragar. Y ahí se para el humillado: «comprometisteis resolver con mi cartera lo más necesario», acusa. Se jugaba la salud y creyó en ellos. Pero, los tiesos tiran de leyes, de no sé qué relojes…y justifican que ese dinero entregado tiene que pasar antes por el amigo del amigo…y después, si eso ya, hablamos de promesas. Pero ojo con ofender a los de la cobra, que son muy sensibles al sonrojo y no aceptan que si tú pagas la cuenta, decidas quién se come la cena. Y donde escribo cena, digo radioterapia.
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