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En libertad vigilada

08/10/2020
 Actualizado a 08/10/2020
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Hoy la distancia desde la que te escribo es más valiosa. Porque aquí, al otro lado del páramo, nos quedan todavía un par de sorbos de libertad. No es un orgullo lo nuestro ni lo vuestro un castigo. Es solo que la sombra de la pandemia aun no nos ha nublado también unas semanas de octubre. Tan solo eso, cuestión de tiempo, que la segunda ola nos zambulla en las restricciones que achican el mundo. Aquella que los científicos dijeron mil veces que llegaría con las hojas secas, esa segunda ola que aseguran tienen todas las pandemias y, sin embargo, nos vuelve a pillar por sorpresa. Así me siento, como quien recostado al sol templado de la sobremesa vigila la sombra fresca que va ganando terreno y calcula los minutos, hasta los segundos a veces, que le quedan para abandonar la siesta.

En este segundo confinamiento urbano, al menos, no se añoran los balcones ni los jardines. Las ciudades - Estado con las entradas y salidas vigiladas más allá de las murallas son una reclusión amable, en muchos imperceptible salvo por el ansia innata que nos aboca a desear lo prohibido. Los jardines son las riberas del Bernesga y la terraza la inmensa plaza de San Marcos. Hay Catedral para no olvidar la belleza y paseos por la calle Ancha para saludarse las mascarillas. Está León entero para los leoneses en un ‘trumpismo’ obligado y fugaz, resignado y coqueto. Este confinamiento en la patria más chica no hay que amontonarse dos semanas en pisos de cincuenta metros. Todos tenéis Ordoño para deambular la incertidumbre y el laberinto del Barrio Húmedo para añorar la algarabía de los bares a medias por el aforo y por los cierres. Este sí que es un confinamiento igualitario y sanchista. Escribo a una ciudad confinada desde una próxima al confinamiento. En libertad vigilada, a contratiempo. Decía Esopo que «es fácil ser valiente desde una distancia segura». Hoy no existe más valentía que persistir en el frío de la responsabilidad distante.
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