En defensa de don Mariano

CONTRAPORTADA | Por Agustín Berrueta

Agustín Berrueta
09/07/2021
 Actualizado a 04/09/2021
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Vaya mi primera postal de verano en defensa de mi tío abuelo, al que hace poco se le desposeyó de la titularidad de la Biblioteca Regional y seguramente ocurrirá lo mismo con la calle que lleva su nombre.

Conste que no me duelen prendas si el Excmo. Ayuntamiento de Ordoño y León decide cambiar el nombre de la calle sencillamente porque le salga de sus altas narices: hace mucho tiempo que tengo sobradamente amortizada la pequeña vanidad familiar. Es más, llegado el caso, yo mismo les propongo un nuevo titular: dedíquensela a don Andrés Seoane Otero; pues, si a don Mariano le llamaban «el novio de la catedral», a don Andrés bien se le podría llamar «el enamorado de la catedral» a la que salvó de la quema, nunca mejor dicho.

Lo que a mí me quema las entrañas es que, amparándose en una ley de ambiguo enunciado y enfrentadas interpretaciones judiciales, quieran colgarle a mi antepasado la etiqueta de fascista o franquista. No voy a entrar a fondo en argumentos, porque ya lo ha hecho muy bien su tataranieto Javier Aguado; solo diré que don Mariano, aunque conservador y católico, fue un defensor a ultranza de la Enseñanza Pública frente a los colegios privados, especialmente los religiosos; exaltó el patrimonio, las tradiciones y la identidad leonesa frente a la castellana, y dedicó su vida, como reza la placa de su calle, a divulgar el pasado y las bellezas leonesas.

En noviembre de 1936 fue depurado como director del Instituto (muy fascista no sería). Al año siguiente fue repuesto en su plaza, pero le cayó el encargo envenenado de purgar la biblioteca de la Fundación Sierra Pambley. Y lo hizo, claro que lo hizo, no hay que ser adivino para imaginar lo que le hubiera pasado en caso de negarse. Seguramente yo también lo hubiera hecho de verme en sus circunstancias; y los que, desde sus cómodos despachos, lo juzgan ochenta y cinco años después, ¿están seguros de que no hubieran hecho lo mismo?

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